Monday, October 30, 2006

Apocalipsis

Recuerdo los primeros avistamientos, las inútiles y repetidas disposiciones administrativas del archidelegado Munroé, las exploraciones nocturnas, los crímenes sutiles y las disputas invertebradas. Aquellos soldados de la tercera flota se arrojaron como hacia su ataúd y, aunque era pequeña su alma e intranscente su tiempo, se dieron con gran dolor de hombres más elevados y sabios.
Munroé archivaba las verdades con las mentiras, procurando devolver la cordura al mundo, cosiendo el tejido de la irrealidad con fragmentos de otra época. Su labor fue, a todas luces, insuficiente. Pero él arrastraba sus dedos de una prueba irrefutable a una teoría incompleta, y aún consiguió engañar a los que se mantuvieron racionales. Creó muñecos de papel de color tierra, pensó redimir el mundo con marionetas y relojes parados.
Sangre seca y Dioses destronados, los drogadictos de la épica cutre y de la lírica irregular hallaron su tema definitivo, y así los cometumbas se hicieron inmortales para una existencia sin literatura.
Afrodita pudo oírnos y nos dió armas que disparaban voces, voces que chocaban contra los corazones. Pudimos matar a muchos enemigos con la palabra, pero la Legión se multiplicaba con los muertos. Nuestra Edad estaba perdida y hay quien vio a Jesucristo caminando sobre ríos de sangre, con una sonrisa macabra, disfrutando el desafío.
El archidelegado Munroé murió en una isla cuyo nombre ya no existe, por una crisis existencial aguda que ni su ordenada mente pudo resistir. Fue el final de la resistencia, y acabaron cayendo todos, pues sólo se salvaron los que ya estábamos locos, que fuimos curados para que pudieran ver nuestros nietos el próximo diluvio.

Wednesday, October 25, 2006

Pasos innecesarios

No es que haya dejado abandonado el blog, es que concentro mis fuerzas creativas en otro proyecto que me gusta más y que acabará afectando a la estructura de esta página, dentro de un año aproximadamente.
Sigo trabajando en lo mismo. Llevo unas semanas de tranquilidad espiritual en que no me enveneno el hígado, estoy aburrido de la gente (exceptuando a los amigos) y su molesto sentido práctico. Camino y espero el fin de semana. Estudio a trancas y barrancas. Adelgazo irregularmente, parezco un acordeón, aunque llegaré a donde quiero (Si los turrones no lo impiden) en unos dos meses. Y eso es todo, todo lo que se puede decir con palabras.
Yo no creo en las verdades graduales, aprendí moral con el Capitán América y me aceleran el pulso los tránsitos. En mi lápida quiero que pongan: "El que se teletransportaba" y después que catapulten mi cadáver contra alguna iglesia, en una de cuyas paredes se espachurarrá mi cuerpo inerme mientras suena "Love is in the air". Siempre he tenido un gran sentido de la espectacularidad, inversamente proporcional a mi sentido común.
Ahora me comería un pastel. Desearía que me pasara algo raro. Mmmm. Sí, definitivamente tengo ganas de marcha. Esperaré un poco. Hay que ser precavido, nunca mostrar deseo, nunca parecer preocupado, nunca manifestar las verdaderas intenciones, nunca decir la verdad. Ah, un cliente tiene una tienda de motos y le he comprado (Aunque tengo que verla primero en el catálogo) una chupa de cuero con un águila cosida detrás.
La estrenaré en una noche de viento, para salir volando.

Sunday, October 08, 2006

La pandi


La de ayer fue una noche estupenda. En la foto faltan Dani, Gato, Mónica, Migue y, a lo mejor, alguno más. Robles por poco vomita encima de Newpet (Menudo ciego llevaba el cabrón) y Raúl empezó a hacerle calvos a la policía como siempre. Además David se trajo costo del bueno y Fernando estuvo coqueteando con un par, una rubia y otra morena que no estaban nada mal. Tony, por su parte, estuvo como siempre, dando alegría y buen rollo, Newpet se enfadó un poco con él porque empezó a contarle chistes verdes y él, como buen seminarista, no quiere ya saber nada de esas cosas. Lástima que de lo de ayer sólo me quede el recuerdo y esta foto, en la que se puede observar el poco caso que me hacen. Además, la luna estaba llena y era la feria de Fuengirola. Y Vero nos ganó a todos en el Punch.

Tuesday, October 03, 2006

Buenas ideas

Me condujo suavemente hacia la habitación del fondo, antes no había parado de decirme la suerte que había tenido de encontrar a un alumno como yo, con mi inteligencia y sensibilidad para entender sus clases.
- Y ahora te enseñaré una faceta mía que pocos conocen.
Era su cuarto amplio, decorado con maderas de roble. Los muebles los había heredado de su padre, como me dijo después, y eran de cierta antigüedad y valor. Me pidió que me sentara en una silla que había frente a su mesa, desde la que contemplé su calva sonrosada y luminosa gracias a la ventana de la izquierda.
- Ésta es mi verdadera vocación - Dijo mientras sacaba una carpeta azul de un cajón del escritorio - Mira, estos son los primeros relatos que escribí, yo tendría unos ocho años. Y aquí tengo más, esta carpeta contiene poesías y cuentos que llegan hasta mis trece o catorce años.
Eché un vistazo rápido, comprobando que, a pesar de haber sido escritos por un niño, mostraban un ritmo constante a través de la narración y, en los últimos de la carpeta se apreciaba cierta musicalidad en la cadencia de los párrafos.
- Y aquí tengo más, prácticamente hasta el 81, tendría yo unos veintidós o veintitrés años. Mira, éste ganó un premio, va sobre un pescador que un día no se ve reflejado en el agua y empieza a remar siguiendo la corriente del río porque cree que las aguas han arrastrado su alma hacia el mar.
Pasaba las hojas de sus libretas con cierta desgana, intentando reflejar lo poco que me importaba aquéllo y dándome cuenta del error que había supuesto acompañar a aquel viejo catedrático a su casa, sólo por ver si haciéndole la rosca me subía algo la nota.
- Fue con veintiséis años que decidí empezar mi gran obra.
- ¿Su gran obra? - Pregunté, mecánicamente.
- Llevo más de veinte años recogiendo frases, ideas que condenso, sin rebasar jamás las veinte palabras. Soy muy exigente conmigo mismo, y el criterio excluye gran parte de lo que pienso o imagino de poder ser reflejado en mi gran obra. Cada folio de la pila que ves apoyada en el archivador contiene uno de mis pensamientos. Puedes leer algunos, si te apetece.
Me levanté para recoger parte del montón de folios, algunos de los cuales amarilleaban un poco por sus bordes. Y comprobé que, ciertamente, no había más que una oración por cada hoja. Escrita a veces en mitad y otras al principio de la página, me sorprendió vivamente la belleza, en cuanto a estilo y profundidad, de lo que allí había escrito. Hasta el punto que llegué a olvidarme del profesor, y me vi a mi mismo devorando la brevedad de las descripciones, de las sentencias filosóficas y de los desperdigados versos.
Pude terminar, después de un tiempo indeterminado (Tanto me había absorbido la lectura), y miré de nuevo al viejo profesor, emocionado y sin saber qué decir. Fue el quien rompió el silencio:
- ¿Son buenos, verdad?
- Prácticamente perfectos.
- Pero nunca verán la luz, porque se me ha olvidado cómo unirlos. Puedo contener toda la belleza del mundo en una idea. Pero hace más de veinte años que no sé describir nada con más de una oración.
- Y quizá sea suficiente.
- O quizá sea demasiado - dijo con un humor que no comprendí - Es un poco tarde y tengo que preparar la clase de mañana, no quiero parecer grosero, pero...
- Hasta mañana, profesor.
- Hasta mañana.
Fuera hacía un tiempo húmedo, era una noche un poco neblinosa y sin luna. Me dirigí hacia mi casa, apretando el paso, deseando llegar a mi propio dormitorio, a mi propio escritorio, desde el que narraría mi encuentro. Pero cuando llegué y quise hacerlo, no pude. Todo lo que se me ocurría era una frase, cuatro palabras que no podía o no sabía ampliar a una página o elevar a descripción. Lo atribuyo a mi nerviosismo natural y a mi facilidad para sugestionarme bajo determinadas circunstancias, pues no me libre de mi fijación hasta la mañana del día siguiente, en la que relaté lo que lees ahora, en sustitución de lo único que acertaba a escribir la noche anterior:
"Y él estaba allí"

Monday, October 02, 2006

Orígenes

El Sabio Jonás había caído en algún tipo de crisis. Lo supimos al ordenar su mesa y encontrar un pergamino con la tinta corrida. Desde hace siglos, sólo a unos pocos hombres se les permitía llorar, eran los prohombres, los conocedores, los sabios.
Atravesamos los pasillos, buscándolo y gritando, nos entreteníamos de vez en cuando en alguna de las partidas de dados que los niños jugaban contra los muros del laberinto. Jonás podía estar en cualquier parte, gracias al regalo que en su día le hiciera el Dios Tekk. Era capaz de convertirse en arena, por lo que lo buscamos en los montones que dormían en las esquinas. Y sabíamos que era más inteligente que nosotros, y que podía despistarnos como quisiera. Sólo conseguiríamos hallarlo mediante la persistencia.
Pasaron horas hasta que lo encontramos, estaba sentado en la tienda roja de Yusuf, cerca de la zona del bazar, fumando su pipa y con la mirada triste, aferrada su mano izquierda a un papel garabateado.
- Le hemos estado buscando, señor, nos tenía preocupados, pensamos que podía haber sido arrancado del mundo por la furiosa mano de Pélet.
Fingiendo no prestarnos antención, dio una profunda calada a la pipa, exhaló el humo por la nariz y me miró fijamente. Tras unos segundos, me dijo con voz ronca:
- Hoy he leído algo que me ha turbado profundamente. Un texto que rescaté hace unas semanas de entre las ruinas que dejaron los antiguos. Gracias a un código que sólo los sabios conservan he podido acceder a sus secretos, y he descubierto el horror del pasado.
- ¿Un secreto terrible?
- Terrible, porque de dichos escritos se extrae como conclusión que una raza superior a nosotros nos precedió y fue destruida. Y si a esos seres tan superiores les pasó algo tan radical y sangriento que no quedan más que ruinas de su civilización ¿Cómo podríamos nosotros defendernos si recibiéramos un ataque como el que extinguió a los antiguos? Nuestra raza está condenada desde su nacimiento.
- ¿Y cuál pudo ser su fin, maestro?
- En lo poco que se conserva de estos sagrados textos, no he podido observar una causa o un fin. Aunque puedo sospechar que algo tiene que ver con un nombre que se repite varias veces. El auténtico nombre del demonio, causa de dolor a los seres superiores de nuestro pretérito esplendor.
- ¿Qué nombre es ése, Señor? - Pregunté temeroso, como si el pronunciar la palabra pudiera llevarme a alguna desgracia.
- Ellos lo llamaban, casi siempre, Magneto.

Aquella conversación con mi maestro fue el origen de un grandioso proyecto, aunque aún no podíamos imaginarlo. Pasados los años, soy yo el que ocupa el trono de el sabio, ordenado en nuestra iglesia con forma de X, en la que una estatua del glorioso Cíclope vigila. Fueron duros los orígenes, pero ahora los infieles se arrepienten o mueren por su sangre pecadora. Y aunque llega el fin de mis días sin haber visto salir luz roja de mis ojos o cuchillas de mis manos, nunca caí en la trampa de la razón. Y sigo amando a Xavier sobre todas las cosas y buscando toda la verdad que necesito entre las páginas, copiadas y traducidas por el milagro de la imprenta, de nuestra sagrada Biblia.

Involuntario homenaje a Svengali

Se sentó a mi lado, en una de las dos sillas que tengo en el cuarto y empezó a pasear el cursor sobre mis carpetas:
- Tienes el disco duro lleno de películas francesas.
- Nunca sabes cuándo te puede apetecer una dosis de Truffaut.
Perdió, de repente el interés por mi máquina y me miró directamente a los ojos:
- ¿Te gusto?
- No existes.
- ¿Me quieres?
- Lo siento.
Alguna mota de polvo o, quizá, un pequeño insecto debió pasar por delante del foco del proyector. Su imagen pareció temblar por un momento. Tras una breve ondulación, la imagen se definió de nuevo, y ella volvió a mirarme con sus ojos azules.
- Pero yo soy como ella.
- No totalmente.
Volvió a dirigir su mirada a la pantalla. Desde mi fondo de escritorio las garras de Lobezno amenazaban a Rojo Omega, cuyos tentáculos de metal se desplegaban con anticipación.
- ¿Por qué, si tú me creaste, si estoy aquí porque tú lo quisiste?
Aquello empezaba a parecerse a un bucle, apagué el proyector, y contesté a la pregunta que aún me llegaba de los altavoces:
- Porque ella nunca me habría querido.
Salí del cuarto, esquivando el cuerpo insconsciente de Matilde, y los cables que mantenían unida su mente a mi ordenador. Apagué las luces.

Al portador

Exceso de aficiones, exceso de responsabilidades, falta de tiempo para la introspección, régimen de ensalada e ideas viejas. Todo se programa según el pulso del tiempo, cayendo como piezas que desaparecen cuando encajan. Mi vida es un tetris, con lo que me gusta el pasado.
Tengo que ponerle intención a unos personajes que tengo medio creados pero que necesitan, más que una historia, un modo. Pero con tanta velocidad y tanto cambio de órbita no hay quien respire. Raphael Lafferty, planchas de regalo con cada IPF, dos litros de agua al día. Necesidad de comprarme unas gafas sin cristales y ver en mis pies unas botas de piel de cocodrilo.
Mientras, a mi alrededor, la ruin comuna sigue vengándose en ajenos de ofensas recibidas por terceros no implicados. Mientras, imagino mis nuevas historias y me propongo una segunda oleada sobre los nascir. Y resucito todas las mañanas, con renovada hipocresía. Sabemos que nada es inmutable ¿Hasta qué punto lo comprendemos? "Nunca" es la mitad del nombre de un país. Me reía esta mañana pensando en escribir el relato de un cartameño que viaja a Venus y monta una tasca. Lo dejaremos para otra encarnación porque, a esta hora, me parece más de lo mismo. Y mañana volveré del sueño leve, mientras el cielo se despeja, reflejado en los cristales de mi Opel Farruquito.