Monday, July 14, 2008

El secreto

Él no quería que ella lo supiera, aunque tampoco mostraba excesivo interés. Siempre que surgía el tema, o que de la conversación pudiera desviarse, entraba en juego la habilidad, su capacidad para sacar otras cuestiones, o lo borraba de la mente de todos con un chiste.
La había conocido hace unas noches, en un lugar que no solía frecuentar, lo que podría haberle hecho pensar que se trataba del destino, si hubiera querido permitirse ciertas disgresiones. Normalmente, hubiera esquivado el contacto, se habría ido antes de tiempo. Podría haber dicho alguna inconveniencia para alejarla.
Esta vez, sin embargo, algo dentro de sí no quiso permitirle huir, y se quedó mirándola, y ella a él, porque el resto de la sala, o eso les pareció, estaba vacía y a oscuras. Se vio a sí mismo pidiéndole el teléfono, y otra vez, llamándola. Fueron a tomar un café, y él volvió a su casa pensando que no volvería a llamarla, pero lo hizo.
Contra su fuerza de voluntad, todo aparecía inevitable. Incluso pidió consejo, cosa que no hacía nunca, a un buen amigo. Éste oyó su confesión, se quedó pensando, y luego lo animó a hacer lo que deseaba. Se sintió justificado.
Así que, con miedo, con la cabeza llena de excusas y emocionado, volvió a verla. Lo miraba con una sonrisa cálida, pero su rostro no preguntaba, sus manos no buscaban. Era como un refugio, como un letargo, como una muerte dulce. Y él supo que jamás podría dejar de quererla.
Así que le habló, pero no de la misma manera que otras veces. La devoraba con sus palabras, la estrechaba contra sí y en tan sólo una mirada todo quedó sellado. Acercó sus labios, pero ella, que también había hablado con su amigo, hizo un extraño, lo besó en la mejilla, y se fue con su sonrisa, con su mirada cariñosa y opaca.
Él se quedó allí, frente a un bar del que estaban sacando sillas para montar una terraza, sudando y preguntándose, maldiciéndose y dudando, hasta que la oscuridad tiñó, definitivamente, la pantalla.

Monday, July 07, 2008

Oda a un fantasma que quizá no vi

Sombra entre las sombras escogida
¿de qué jirón de muerte haremos ciencia
el grito que da luz a tu presencia
y en el duelo de tu amor hace su huida?

Si en la hora de un reloj que está escondido
por mor del dolor, lo indefinido
que en la carne de la tierra se transfunde
como Eva desaparecida entre las olas
no hace curso de existir, que lo traiciona
y a despecho de la nada, torna en nube.

Abrázame, blanca muerte, tu veneno
muestra más que a lo que obliga
¿Qué es la carne si la idea es una herida?
El fantasma de tu amor rompió mi espejo.