Wednesday, March 30, 2016

ACTO FINAL: LA HUIDA

Sally juega con muñecas. Sally persigue a los niños. Sally quiere una casa, un pony, quiere ser profesora, quiere ser princesa, quiere tu castillo y quiere tu cochera. Sally quiere lo que brilla en el pozo.
Y el pozo quiere merendarse a Sally.

SALLY: ¡Mi arte!
ILUSIONISTA: Se pudre a gran velocidad. Les resultará complicado explicarlo.
SALLY: ¿Por qué subimos...?
ILUSIONISTA: ¿Por la escalera? No van a poder vernos en la escalera. Toda escalera es un tipo especial de puerta, sólo hay que saber hacia dónde se sube.
SALLY: Y tu dedo. Soy tu dedo, pero tu mano está completa ¿Cómo es posible?
ILUSIONISTA: Estás en mi dedo, pero parece que no. Es mi habilidad: hago aparecer o desaparecer cosas, aunque lo que hay debajo permanece. Estén ahí o no, lo único importante es que no lo notes. Disculpa.

Alaminos saca el móvil, abre la aplicación GPS y manda las coordenadas a través de un mensaje. Sally percibe sin ojos cómo la escalera por la que suben se oscurece.
Hay madres contando dientes, ratas navegantes, pensamientos armados, hay una mecedora y encima una vieja hecha de cochinillas, hay restos de pupila en la solapa de un montador de escenario, tinieblas contenidas en un vaso lleno de un líquido amarillo, que se espesa al beberlo. Existen canciones y liturgias, pesos y músculos que mueven piedras, que mueven lenguas, que saltan alrededor de la oscuridad. El ilusionista sube cada escalón con el cenicero donde está su dedo, la sangre se está solidificando.
Los zapatos son pájaros azules y negros, llantos de hiena, explosiones nucleares en los hiatos. El dedo que flota en el cenicero está temblando. No puede ver la fotografía, quiero decir la cárcel. Es decir, la puerta. Alaminos casi tampoco la ve, pero la traspasa y llega a otra escalera. Y esta escalera desciende. Le saludan:
JORGE: ¡Alaminos!
ILUSIONISTA: Hola, Jorge. Gracias por la puerta.
JORGE: Para eso estamos, hombre. ¿Qué llevas ahí?
ILUSIONISTA: Mi dedo.
JORGE: ¿Y dentro?
ILUSIONISTA: Un espíritu de la carne básico. La primera vez que la vi, era una niña a medio digerir en un pozo de Inistioge y ahora es un pedazo de mi anular.
JORGE: Vaya... ¿No había otra manera?
ILUSIONISTA: En este caso no. ¿Cómo vamos de tarros?
JORGE: Tendrás que preguntar. De los alquimistas, está Ramón de guardia.
ILUSIONISTA: Hay que darse prisa, antes de que empiecen a salirle tentáculos a esto.
JORGE: Por supuesto, por supuesto. Sube cuatro peldaños y estarás en el laboratorio.
ILUSIONISTA: ¡Gracias!
JORGE: ¡A mandar!

SALLY: Te he oído. No sé cómo os oigo, pero os oigo. ¿Qué es eso del tarro?
ILUSIONISTA: Necesitas una matriz que impida la degeneración. Tendremos que hacerte un cuerpo nuevo, pero no puedes estar eternamente en mi dedo, podrías mutar en algo bastante horrible.
SALLY: ¿A qué te refieres?
ILUSIONISTA: Ya hemos llegado. ¡Ramón!
RAMÓN: ¡Alaminos! ¿Qué me traes?
ILUSIONISTA: Un básico de carne. Necesito un matraz de repulsión y rápido.
SALLY: Sé que lo haces por mi bien.
RAMÓN: Vale, creo que tengo uno preparado en ese arcón, déjame que mire.
ILUSIONISTA: Bien.
SALLY: Nadie se corta un dedo por alguien para luego encerrarlo.
RAMÓN: Aquí está. Mételo dentro.
ILUSIONISTA: Ahí va.
SALLY: Creo que he madurado con esta experiencia.
ILUSIONISTA: Sally.
SALLY: Dime.
ILUSIONISTA: Adiós, Sally.
SALLY: ¿Qué?
ILUSIONISTA: Lo siento, de verdad, pero no puedo hacer nada por ti. Nunca pude.
SALLY: ¡Me has engañado!
ILUSIONISTA: Y tú te has comido a una familia. Echaré de menos ese dedo.
SALLY: ¡NO TE ATREVAS! ¡NO TE ATREVAS! ¡NO...
ILUSIONISTA: ¿Tapón insonorizador?
RAMÓN: Claro ¿Cómo crees que mantenemos este sitio en silencio?
ILUSIONISTA: Ya. Oye, si me disculpas... Ha sido un día largo.
RAMÓN: Lo entiendo. ¡Nos vemos!
ILUSIONISTA: Hasta luego.
Y el Ilusionista pidió un último favor aquella noche, bajó tres escalones y llegó a su dormitorio. Otro día de horrores contenidos. Otra noche de pesadillas enjauladas.