Sunday, June 20, 2010

Capítulo 4: "De cómo un bufón fue hecho Rey"

La entrada que se extiende a continuación es un esbozo, una aproximación a la idea y está mal escrita. Las entradas definitivas son el resultado de no menos de tres correcciones sobre el original y a éste no se le ha tocado todavía. Como es algo extensa, no me veo de humor para corregirla, pero tampoco quiero guardarla en "borradores".

Entre mañana y pasado le daré los ajustes precisos.

Es por ello que, a quienes quieran continuar con la historia, les recomiendo que esperen un par de días a que la haya puesto a punto. Borraré esta nota en cuanto considere que el trabajo está hecho.

Un saludo y gracias por leerme.

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- No creo en estas cosas, ya lo sabes.
- Venir conmigo no te hará mal. - La respondió Lauren. - Después de todo, no tenemos más que hacer.
Lauren y su amigo, Nero, ambos ingenieros de colectores de la onceava cúpula. En busca de un pasatiempo, gracias a la nueva manera de realizar la recolección:
Los colectores son máquinas situadas en el techo de cada cúpula que sirven para filtrar el aire y para procurarle alimento a los habitantes de la estructura. El mecanismo está conformado por miles de aspas planas que con su velocidad arrastran y matan los peligrosos microorganismos del exterior, contaminados como están por el color. Es la carne de estos minúsculos animales el único alimento de que se dispone, y es por ello que se necesita de alguien que limpie las aspas, recoja los restos y se asegure de que pasa el tiempo suficiente como para que la pasta resultante deje de ser venenosa. El trabajo consiste en ir parando y reactivando la máquina, según cierto orden predeterminado, limpiar las aspas y llevar la sustancia al laboratorio donde la prensan y cortan las raciones, que se distribuyen según la importancia social de cada uno de los habitantes.
Los ingenieros de colectores son privilegiados en este sentido, pues siendo los encargados de la recolección tienen la posibilidad de asignarse mayores raciones.
La nueva política de los colectores, por otra parte, se basa en la experiencia acumulada desde hace un año, que demostró que limpiar las aspas con menor frecuencia aumentaba la producción. Así que, de tener que estar todos los días recogiendo los inmundos restos que quedaban acumulados en el filtro, ahora se dejaba un espacio de veinticuatro horas entre recogida y recogida. Los ingenieros han pasado de tener el trabajo más exigente de la cúpula a gozar de mucho tiempo libre. Tiempo que, con frecuencia, no saben en qué emplear.
Lauren había propuesto aquel día ir a visitar a una anciana de la que afirmaba poder predecir el futuro. Nero señaló que la razón por la que aquella mujer había llegado a semejante conclusión era porque estaba perdiendo la vista y la influían grandemente creencias religiosas importadas de la tercera cúpula a través de los canales. Creencias que, desde el punto de vista de Nero, se estaban extendiendo demasiado.
Sin embargo, aunque Nero era reticente, al final fue convencido por la falta de alternativas. No les costaría más que un poco de la comida que, de todas maneras, les sobraba. Aquellos dos hombres, con sus bien considerados empleos, no le daban más valor a la pasta alimenticia y, a falta de información sobre lo que sucedía en las capas sociales más bajas, ignoraban la escasez de alimentos que marcaba una línea definida entre las personas "útiles" y aquellas que sólo existían para mantenerse.
Andaban cerca del lugar donde la mujer se sentaba, rezando a la Sagrada Sombra cuando ésta se levantó y acudió a ellos, al olor de la comida:
- Habéis venido - Les interpeló - A conocer la verdad.
Nero le echó una mirada de complicidad, acompañada de una sonrisa de superioridad, a Lauren, quien respondió encogiéndose de hombros.
- Sí, hemos venido a eso.
- Bien, bien - continuó la anciana, ignorando el evidente sarcasmo y recordándose, contra su fé, que llevaba dos días sin comer. Si la grandilocuencia no iba a impresionarles, si venían sólo a matar el tiempo, intentaría que todo fuera lo más rápido posible, a fin de evitar humillaciones - ¿Quién será el primero, entonces?
- Yo mismo - respondió Lauren.
- Muy bien, alza la frente.
La rugosa mano de la anciana se posó en la cabeza de Lauren, recitando una plegaria en silencio. Tras unos minutos cerró los ojos y empezó a hablar con tono solemne:
- Veo... desidia. Veo... torpeza. Veo... fantasía, locura. Una mujer vendrá a ti, una mujer se irá de tu lado. Tienes tiempo. Tiempo de huir. Si no huyes, el propio tiempo será tu morada.
- ¿Qué quiere decir eso? - Preguntó Nero, divertido.
La anciana prosiguió:
- Veo... a la Sombra envolviendo tus pasos. A un hombre cruzando el desierto. Veo una huida. Veo un tesoro. No lo crees, pero verás... una traición.
- ¡Suficientes tonterías! - Lauren apartó la mano de la anciana. - ¡No dices nada que tenga el menor sentido!
- Pero...
- Toma, aquí tienes tu precio - Le dijo tirando al suelo un cubito de comida. - Deberíamos reportarte. No eres más que una estafadora.
La anciana no podía soportar más insultos:
- ¿Cómo osas insultar a la profetisa de la sombra? ¡He sido elegida!
- No eres más que una vieja chocha y hambrienta. Nos vamos de aquí.
Nero observaba la escena con sorpresa. Él nunca creyó que aquella mujer pudiera tener poderes, y sabía que sólo iban a escuchar tonterías. La reacción de su amigo reflejaba turbación y, quizá, decepción ante lo que escuchaba ¿Por qué?
- Lauren, ¡Tranquilízate, hombre! Ya sabíamos a lo que veníamos.
- Es que... esta... vieja... tienes razón.
- La tengo. Vamos a casa.
- No, prefiero. Prefiero pasar un momento por el trabajo. Me gustaría comprobar el funcionamiento de los colectores una última vez...
- Como quieras - Respondió Nero.
La anciana había callado ante los insultos. Podía perdonar los insultos hacia ella, pero sus palabras nacían de la Sombra. Un ataque a sus profecías era un ataque contra la misma fé. Y eso no podía tolerarlo.
Decidió que no buscaría la comida que yacía en el suelo.
Cinco minutos después, tanteaba con la mano, buscando lo que sus ojos ciegos no podían encontrar. Engulló la comida sucia. Nunca perdonar una herejía.

Los dos amigos caminaban de vuelta hacia los colectores, aunque su presencia allí no era necesaria. La reacción de Lauren era de lo más extraña. Nero acabó preguntando:
- Lo que ha sucedido hoy, no es propio de ti. Aquella vieja...
- Lo sé - Interrumpió Lauren. - La culpa es mía. Supongo que lo que más me molestó fue no poder encontrar respuestas.
- ¿Y qué respuestas buscabas?
- Nero, mi hija está muy enferma.
Hubo un silencio entre ambos.
- No lo sabía. Lo siento.
- Me gustaría haber encontrado alguna respuesta fuera del típico "Estas cosas pasan". Cuando dijo lo de "Una mujer se irá de tu lado" pero luego vi que estaba hablando al azar... no sé.
- Lauren, amigo. Estoy seguro de que todo saldrá bien.
- Ya.
- ¿Sigues queriendo ir a los colectores?
- Claro, tener la cabeza ocupada en otra cosa... ya sabes. Agotarse.
- Sigamos entonces.

No debemos llamarlas habitaciones, ni mucho menos casas. Son paredes que separan el lugar, y nadie se ha hecho demasiadas preguntas acerca de ellas. Aunque hubiera sido lo más natural para un filósofo sobre los orígenes como a él le gustaba considerarse, él tampoco se había cuestionado aquella división arbitraria.
El Rey disfrutaba de más espacio y una cama hecha de carne prensada que, por tanto, era más blanda que el suelo de metal sobre el que los demás dormían. Quienes no conocen el plumón tampoco pueden echarlo de menos, la almohada no se había inventado. En la cúpula 11 las comodidades no eran mayores que en el resto, el sistema de Gobierno era distinto.
El consejo altamente jerarquizado de la cúpula 6, o los magistrados-religiosos de la tercera se veían sustituidos por las figuras del Rey y la Corte. Representativas y hereditarias, tenían derecho a raciones más abundantes y a distribuirse la mayor parte del plástico y el metal. Tampoco conocían las restricciones en el consumo de energía que se aplicaban al resto. Incluso existía la tendencia entre ellos a gastarla de manera ostentosa e innecesaria, a fin de subrayar su status. Mostrarse caprichosos e ignorantes de la realidad que les rodeaba era muestra de sofisticación y honor hacia su Rey: El dadivoso joven Laib.
Lo más llamativo de aquella situación era que, a pesar de que la extracción de los cristales de energía no daba para mantener completamente el funcionamiento normal de la cúpula. Los encargados de distribuirla, los nobles con su Rey al frente, se mostraban más generosos de lo necesario con la catorceava cúpula, dependiente a este respecto de la suya. Eran capaces de recortar energía hasta a los sistemas esenciales de mantenimiento con tal de realizar una mayor transferencia a sus vecinos y así subrayar su superioridad. Internamente, a fin de evitar conflictos, se buscaban otras explicaciones. La manipulación en los datos sobre los colectores, sobre los cuales se elaboró una teoría falsa sobre cómo debía espaciarse la recogida de la pasta alimenticia, era una muestra evidente de esta forma poco eficiente de gobernar.
Así las cosas, lo que lo sostenía en el trono era el hecho de que sus súbditos se encontraban también divididos en estratos socioeconómicos, resultando que las clases más altas (Entre las que se encontraban los educadores y filósofos) reforzaban el régimen mediante propaganda y la elaboración de complejas teorías sobre el orden natural y la conveniencia del "Cetro en una sola mano". En cinco años de reinado, Harold III sólo había encontrado un opositor digno de mención, precisamente por no provenir de las más bajas capas sociales: Tomás, el teórico de la igualdad del ser respecto al origen de su memoria.
Tomás había nacido en una familia dedicada a la distribución de raciones, la última etapa en el proceso de obtención de alimentos. Por la importancia de su trabajo, su padre tenía acceso a grandes raciones e incluso era poseedor de algunos objetos de plástico. A los veinte años, completada su formación, Tomás formó parte del Excelente Cuerpo de Colectores, oficio que desempeñó durante diez años con diligencia y consideración de superiores y compañeros.
Tras la muerte del Rey Aick, Harold tomó la responsabilidad del Gobierno siendo niño. Los defectos de la Administración del Rey anterior se intensificaron bajo la presión de la nueva Corte, en la que se sustituyeron paulatinamente a los escasos técnicos y asesores profesionales que quedaban por aduladores, fulanas y hombres del espectáculo, quienes trataban de impresionar a toda cosa a su benefactor e inventaron una forma de vida basada en el derroche como manera de diferenciarse de los que, hasta entonces, habían sido sus iguales.
Tomás empezó como los otros filósofos de su época: Tratando sobre el complicado tema de los orígines. Las explicaciones míticas le parecían interesantes desde el punto de vista literario, pero sin valor real. En aquel tiempo, las ideas más populares eran aquellas que versaban sobre el principio único y común a todas las cúpulas, de cómo había habido un control central que se había dividido y dispersado por la falta de un liderazgo sólido. El proyecto de futuro, cuando la técnica avanzase, debería consistir en reunir a las cúpulas bajo el mismo cetro, coordinando los sistemas de Gobierno, fundiéndolos en uno: El del Rey Harold.
A estas particulares teorías contribuía no poco el hecho de que la catorceava cúpula dependiese de la onceava para su suministro de energía. A cambio, éstos ofrecían lo único que podían: Su aparente pleitesía hacia Harold quien veía reforzada su autoridad al ser el único Gobernante que parecía tener control sobre dos cúpulas.
Alejándose de la corriente de pensamiento mayoritaria, Tomás propuso que el origen de las cúpulas había podido ser independiente, y que la analogía era fruto de un plan repetido por los constructores, quienes ya adivinaban la amenaza del color pero aún no lo sufrían. La dispersión entre los distintos sistemas de Gobierno y la variedad en las costumbres de una a otra cúpula reforzaban su teoría. El Rey no era, por tanto, una figura absoluta, surgida de la necesidad natural, sino una alternativa de muchas (Preferible a la Teocracia de la cúpula tercera, pero peor que la democracia orgánica de la sexta)
Si Tomás se hubiera limitado a transmitir sus inquietudes a sus compañeros de trabajo, se podrían haber reinterpretado sus teorías como meras especulaciones inofensivas, más destinadas a matar el tedio que a iniciar un cambio. Sin embargo, Tomás no se conformaba con hablar a conocidos sobre sus preocupaciones. Entusiasta de sus propias teorías, empezó a exponer en público su filosofía, haciéndola llegar a lops habitantes de la cúpula, sin preocuparse de la clase social a la que perteneciesen. Estaba, después de todo, convencido de que no había diferencia entre unos y otros, salvo por la educación. Pronto encontró seguidores entre los oprimidos, quienes veían al Rey y a la corte reducir las raciones de comida y el derecho al uso de la energía, mientras aumentaban las transferencias a la cúpula dependiente (A la que se llamaba desde el Régimen "Segunda Patria") y el gasto sin sentido en proyectos como la sobreiluminación de ciertas zonas o el uso intensivo de los monitores.
Cuando la noticia de que un hombre estaba acumulando seguidores, y que no reconocían su autoridad como inapelable, tomó la decisión de apresarle y ejecutarle mediante el Reciclador.
Así que una mañana, cuando Tomás entraba en la zona de los colectores, dos guardias del Rey le interrumpieron el paso:
- ¡Alto! ¡Usted viene con nosotros!
Cerca de allí, Lauren y Nero contemplaban la escena con preocupación, pero sin intervenir. Tomás no se resistió y les acompañó pacíficamente. En aquel momento sus discípulos descansaban, así que estaba sólo ante una muerte segura.
Aunque sus compañeros en los colectores no habían hecho nada por impedir que se llevaran a Tomás, tras especular sobre cuál había sido la causa de semejante abuso de autoridad y temiéndose cuál iba a ser el destino de su compañero, no dudaron en decirles a los discípulos del filósofo en qué apurada situación se encontraba su maestro. Éstos, al conocer las circunstancias, decidieron emprender la marcha hacia los terrenos acotados por el Rey. Sin intenciones agresivas al principio, conforme avanzaban los ánimos se caldeaban. Les acompañaban algunos ingenieros de colectores que, por motivos contrarios al resto de los que se movilizaban, veían la detención de Tomás como un ataque del Rey hacia uno de los suyos, un privilegiado.
Llegaron hasta donde los guardias cerraban el paso.
Dentro, el Rey hablaba con su prisionero:
- Así que... no Somos necesarios.
- Menos que la alternativa.
- ¿Y qué alternativa es ésa?
- La voz del pueblo.
- Sabes que puedo matarte.
- Sé que no lo harás.
- ¿Sabes que no lo haré?
- Lo oyes como yo. Ahí afuera está mi fuerza.
- No son más que un puñado de pobretones. No nos será difícil aplastarlos.
- Rey Harold, yo miraría mejor.
Ante semejante falta de respeto, el Rey quedó muy sorprendido. Hasta entonces había estado pidiendo que se le informase sobre los movimientos de la turba que se aglomeraba frente a la residencia real. Ante la velada amenaza de Tomás, decidió salir a mirar por sí mismo.
Y fue cuando entonces comprendió las palabras del filósofo: No sólo había desheredados entre los que allí se sublevaban. Los ingenieros de los colectores eran fáciles de reconocer entre aquellos: Eran los únicos que no es hallaban escuálidos.
Si mataba a Tomás, como había sido su primera intención, aquellos se lanzarían sobre él y no tendría ninguna oportunidad de contenerlos. Y, aunque así fuera, matar a parte de los trabajadores de élite generaría una crisis social que podría llevar incluso a una guerra civil. Fue bajo aquellas circunstancias que tomó una decisión. La que, años después, le llevaría a la muerte.
Acercándose a uno de sus soldados, le pidió que lo dispusiera todo para elevar una plataforma desde la que poder dirigirse a los manifestados. Mientras se preparaba la estructura, entró de nuevo a la Residencia y pidió a Tomás que le acompañara. Seguro de que su martirio conduciría a los cambios que deseaba, Tomás lo acompañó pensando que iban a ejecutarle públicamente. En lugar de eso, los dos frente a la multitud, el Rey se dirigió a su pueblo con estas palabras:
- Súbditos, hermanos míos. Estáis aquí, frente a mi morada, la del primero entre iguales, bajo una idea equivocada. Pues el hombre que tengo a mi lado, Tomás, no es mi enemigo sino que ha sido convocado por mí para convertirse en consejero. Escucho sus palabras y pienso que puede tener razón o no, pero que sus ideas merecen ser escuchadas, como todas. Por eso lo he hecho venir, sentimos de corazón haberos causado inquietud.
Tomás no daba crédito. Los convocados guardaron silencio un minuto antes de prorrumpir en aplausos. El Rey, nuestro benévolo Rey estaba dispuesto a escuchar a los que no tenían poder, y los había llamado "hermanos". Los ingenieros también parecían haberse tranquilizado. Ninguno de los de su gremio moriría hoy.
- A partir de ahora - concluyó el Rey - Tomás será miembro de mi corte, sirviéndoos de la mejor manera posible: A la derecha de quien os representa.
Guiado por los guardias, Tomás fue forzado a retirarse. La multitud alborozada no percibió la compunción de su rostro. El Rey había vencido una crisis fingiendo seguir su cauce. Había vencido a la Revolución sin sangre. Ahora sólo quedaba acabar con Tomás, sin matarle:
- Querido filósofo de la nada - Empezó a decirle - Ya has visto a favor de quién están los ánimos.
- Si me tocas, antes o después lo sabrán, y se volverán contra ti...
- ¿Por quién me tomas? - Interrumpió el Rey. - Yo siempre cumplo con lo que digo. Formarás parte de mi corte, desde luego.
- ¿Entonces...?
- Sí, ha habido un puesto vacante todo este tiempo. Y creo que cumples con todos los requisitos para hacerte con él. - Hizo una pausa y, dirigiéndose al asistente que tenía a la izquierda le ordenó: - Traed el gorro rojo que encontramos hace unos años.
Al rato, el mismo asistente volvió con un gorro sucio, terminado en tres puntas, y las tres puntas en tres cascabeles. Uno de los guardias dio un golpe en el muslo a Tomás, obligándolo a arrodillarse.
Y así, parodiando la ceremonia de coronación, el Rey le puso el gorro al filósofo, quien lo miraba a través de lágrimas de furia.
- Por la presente os nombro... bufón de la corte. - Y, acto seguido, empujó el cuerpo inclinado de Tomás con la pierna, haciéndolo caer y llenando de las risas de los otros cortesanos la estancia.

- Papá ¿Por qué tenemos que compartir nuestra comida con ella?
- Es una mujer sabia, hijo. La Sombra la ha escogido.
- ¿Y qué es esa sombra, papá?
- La sombra es lo que nos protege del color.
La anciana se enderezó: - La sombra es la Ley, y la fuerza, y la muerte, y la vida. Déjame mostrártelo, agacha la cabeza, cierra los ojos y podré ver lo que te depara el futuro.
El niño obedeció.

Habían pasado cuatro años desde que el intento de Revolución fracasara y algunos meses desde que la hija de Lauren muriese debido a una larga enfermedad. Éste pasaba desde entonces las veinticuatro horas del día en el trabajo. Comiendo lo justo, durmiendo cerca de las prensas. Para no pensar. Su mujer también lo había repudiado, por su constante ausencia. Sólo Nero quedaba cerca para darle consejos y pedirle que cambiase:
- Déjame, por favor.

Tomás agachaba la cabeza mientras el Rey le orinaba encima:
- Mantén los ojos abiertos. Un sabio como tú siempre tiene que tener los ojos abiertos ¡Ja, ja, ja!
En aquel momento, uno de los cortesanos se le acercó con un mensaje:
- Su Majestad, comunicación entrante de la tercera cúpula.
- Oh, con lo que me estaba divirtiendo...
- Tiene que ver con la cuarta...
- ¡Pero si ahí están todos muertos! En fin, iré.
El Rey se subió la bragueta y se dirigió a la zona de comunicaciones. Desde uno de los monitores, el rostro del Canciller Styx lo saludó:
- No me andaré por las ramas, Rey Harold, esta mañana hemos recibido una inquietante comunicación proveniente de la cuarta cúpula. Ya nos hemos puesto en contacto con la sexta, la primera y la quinta. Nadie más la ha recibido. Más preocupante aún resulta la teoría de uno de nuestros delegados, quien asegura que el canal a través del que se produjo el contacto había tenido que ser reparado desde fuera de las cúpulas.
- Canciller, aprecio un buen chiste tanto como cualquier otro, pero entenderéis que lo que me decís es totalmente imposible.
- Es difícil de creer, desde luego. Hemos grabado el contenido del mensaje que nos enviaron, y creo que es necesario que todos lo compartamos.
- Muy bien, reprodúzcalo pues, pero seguiré pensando que se trata de una broma de mal gusto.
- Aquí empieza: "¡Hijos de la cuarta cúpula..."

- Anciana ¿No es tu don hablar sobre el futuro? Tú, bendecida por la sombra ¿Por qué no has querido decirle a mi hijo lo que le aguarda?
- Porque temo cuál pueda ser su reacción, y también la tuya.
- ¿La mía?
- He dicho demasiado.
- No, por favor, continúa.
- Las profecías no siempre han sido claras. Hasta hoy no me había encontrado con un mensaje tan claro.
- ¿Y qué era lo que decía?
- Era un nombre... el nombre de su asesino.
Allon nunca había tenido demasiadas luces. Su trabajo consistía en limpiar los suelos con un trapo gastado y escurrirlo en el Reciclador para que éste reconvirtiese el polvo en grasa para los motores. La ración que recibía por este empleo era la justa, pero tampoco se quejaba. Nunca se había planteado el orden de las cosas, la monarquía le parecía tan bien como cualquier otro sistema, ni siquiera le había llegado a interesar la doctrina de Tomás, a la que los jóvenes de su clase se habían adscrito en su mayoría antes de que éste se "vendiese" al poder aceptando un puesto como cortesano.
Aunque sus ideas políticas no iban muy allá, sí tenía fuertes convicciones religiosas. Era difícil no atribuir al color y a la ausencia de color propiedades mágicas, pues vivían rodeados por lo desconocido. Allon tampoco tenía dudas sobre los poderes de la anciana, quien había predicho que su trabajo aumentaría en importancia. Y así fue porque el último decreto limitaba la recogida de la sustancia alimenticia de los colectores a una vez cada tres días, con objeto de ahorrar energía para emplearla en las llamadas "Esculturas de luz", último grito en la corte. Los filtros se hacían algo menos eficientes, por lo que la cantidad de partículas en suspensión aumentaba, junto con las enfermedades causadas por los microorganismos que escapaban del sistema de recogida de alimento.
Por eso, cuando aquella mujer, de larga memoria, le dijo que un tal Lauren de los colectores iba a matar a su hijo en un accidente si él no hacía nada por impedirlo, Allon no preguntó nada más.

Los demás dormían. Sólo el trabajaba. Daba igual, todo daba igual. Lauren se limitaba a limar piezas o a mantener limpio el lugar, tampoco había más que hacer, pero él procuraba acaparar la mayor cantidad de tareas posibles. Para no pensar.
No había medidas de seguridad que restringieran la entrada de intrusos ¿Para qué? El producto que de allí salía era tóxico si no se lo trataba previamente, por lo que el transporte hacia la unidad de corte y distribución se hacía sin problemas.
Nadie había, por tanto, para impedir que Allon se introdujese en el edificio, dispuesto a matar a quien había sido un desconocido hasta que la anciana profetizara su crimen. Ella misma le había dicho dónde lo encontraría, pues ya era conocido por las altas horas hasta las que Lauren trabajaba y ella tenía ya contactos en varias esferas, incluso en la corte, gracias a su fama como adivina y a la credulidad de un pueblo hundido en el aburrimiento.
Lauren no se fijó en la sombra que se acercaba hacia él. Sus últimos gritos, sin embargo, despertaron a sus compañeros, quienes encontraron la sangre y al culpable arrodillado ante el cadáver de su compañero.

- Si pudiera huir de aquí - Pensaba Tomás como tantas otras veces. - Bastaría conque me dejaran decirles a mis seguidores que no fue por mi propia voluntad que acabé en esta corte de cabrones. Pero los guardias jamás me dejarán escapar. La muerte hubiera sido preferible.
Interrumpieron sus cávilas los gritos de ira que llegaban desde el recibidor. Hasta allí se dirigió, con más curiosidad que prudencia.
- Ante vos tenéis al asesino, Majestad, Allon el limpiador ha matado esta noche a nuestro compañero - Nero se interrumpió un momento - inspirado por estúpidas ideas sobre la sombra, según él mismo nos ha dicho.
- Si sus manos están manchadas de sangre, mi resolución está clara. Pero, me quedo con una duda ¿Qué tiene que ver la sombra con esto?
Allon tenía miedo a aquellos hombres, pero no quería traicionar a la profetisa. En el fondo seguía pensando que había salvado a su hijo.
- Estamos esperando.
Allon seguía en silencio. El Rey se levantó y mirándolo, con voz firme le preguntó:
- ¿Sabéis en qué consiste un reciclaje lento?
- No, Majestad - Respondió el interpelado.
- Lo que supongo que sí sabrás es qué clase de máquina es el Reciclador: Básicamente, introduces un objeto cualquiera y te devuelve una sustancia nueva, que conserva cierta analogía con lo que hayas usado como materia prima. El polvo lo convierte en grasa, el agua la convierte en vapor, los cristales de energía los convierte en... bueno, en energía. Y si metes un cuerpo vivo, te devuelve comida muerta.
Allon se sentía cada vez más asustado.
- Hace unos años, técnicos de la tercera cúpula descubrieron que el aparato tenía dos velocidades. Aunque no sabemos nada sobre quién lo puso ahí, sí nos queda más o menos claro que a una velocidad lenta el reciclaje es "más eficiente". Desgraciadamente, no solemos tener mucho tiempo por aquí, por lo que se suele emplear la velocidad estándar.
En las ejecuciones, querido Allon, también se suele emplear la velocidad normal. Usar la lenta convertiría un proceso poco doloroso en una lenta y sádica tortura.
- Majestad...
- Dime, Allon.
- Fue la anciana.

Como ya se ha dicho, algunos cortesanos ya conocían a aquella mujer. La superstición no entiende de orígenes ni clases. Y no pocos privilegiados sentían fascinación por su futuro, por la religión de la sombra (Mal vista en aquella cúpula) o por ambas cosas al tiempo.
Hasta el Rey había oído algún rumor sobre ellla, pero decidió no rebajarse:
- Así que tú fuíste la que metió esas peregrinas ideas en la cabeza de nuestro poco dotado súbdito.
- Majestad - Respondió rápidamente la anciana. - Si lo hice fue para cumplir con un fin mayor.
- ¿Ah, sí?
- Era voluntad de la Sombra que yo acabara ante vuestra presencia, pues vos sois el elegido...
Aquel juicio lo presenciaban, según era la costumbre, otros miembros del gremio de la víctima. Sólo existía una excepción para los desposeídos, quienes no tenían derecho a contemplar la imagen del Rey directamente, y eran obligados a bajar la cabeza mientras el Soberano impartía justicia.
Entre aquellos colectores, Nero se había constituido en fiscal. Jamás hubiera podido pensar que aquella maldita mujer pudiese llevar su rencor tan lejos. Y no estaba dispuesto a permitir que dejara de hacerse justicia. Conforme el juicio avanzaba, sin embargo, Nero observó como las simpatías del Monarca se desviaban de manera evidente hacia aquella que lo lisonjeaba:
- ... y entonces leí en sus ojos - La anciana pensaba rápido, consciente de que la muerte era la alternativa - que el Rey había de ser advertido, de que él era el profeta definitivo que podía ver...
El rey Harold, por su parte, sentía un sincero interés por las palabras de la anciana, pero no en el sentido que cualquiera que no lo conociese le atribuiría. Pensaba que aquello podía ser el pie perfecto para iniciar un plan que había estado madurando.
Harold era, a pesar de la aparente arbitrariedad de algunas de sus decisiones, un hombre inteligente. En los últimos años, y desde el amago de Revolución que empezó con el encarcelamiento de Tomás, se había hecho más consciente de las tensiones existentes en su Reino bajo la cúpula: Si no encontraba la manera de consolar a los desposeídos, no pasaría mucho tiempo hasta que un nuevo filósofo o cualquier otro revolucionario tuviera las mismas ideas que su actual bufón. Y si no era capaz de detectar el origen de la Revolución a tiempo, todos los rencores acumulados se mateliarizarían contra su cuello.
Sin embargo, entre las personas religiosas había algo que no sólo era aceptable, sino necesario para quien quisiera detentar la autoridad, un sentimiento que los unía al dictado indiscutible de una autoridad: La fe. Si conseguía identificarse con la autoridad religiosa, su trabajo resultaría mucho menos complicado y podría, según lo planeado, reducir a los llamados "Trabajadores específicos" que tanto poder tenían y tan peligrosos podían resultar, al mismo vulgo estúpido entre el que se diluiría cualquier intento de sedición.
Harold, así pues, tenía decidido dar su perdon a aquellos dos, asesino e instigadora, pero debía asegurarse de que su decisión parecía meditada. Por eso extendió el juicio llamando a cuantos testigos pudo.
Nadie se había preocupado por Tomás hasta ese momento. Ningún cortesano cayó en la cuenta de que allí se encontraban hombres que lo conocían: Sus antiguos compañeros de trabajo. Cuando, en una de las mutitudinarias sesiones, aprovechando que a los colectores se les habían asignados puestos al fondo de la sala, fruto de una decisión del Monarca que empezaba a traslucir sus verdaderas intenciones, Tomás encontró la ocasión para acercarse a Nero:
- Sabes lo que va a ocurrir ahora.
Éste al principio no lo reconoció, y cuando lo hizo no daba crédito: Tras años de maltrato, el rostro de Tomás había quedado deformado por los golpes, surcado por la tristeza y las humillaciones, el gorro que habían grapado a su cabeza lo convertían en la triste caricatura de lo que una vez fue:
- Tomás, pero ¿Cóm...?
- Calla, no llames la atención. Necesito hablar contigo.

El Rey empezaba un discurso sobre cómo la luz brillaba, a veces, sobre ciertos súbditos que nada tenían pero que eran eventualmente bendecidos por la Sombra, incluso aludió a sus propios sueños, en los que aparecía su tez oscurecida por la nocturna gracia.

- Va a perdonarles, Nero.
- Eso me temo ¿Y a ti qué te ha pasado?
- Oh, su intención nunca fue escucharme. Lo que temía era convertirme en mártir.
- Ya no hay tantos que piensen como tú...
- Lo sé. Si extendemos un plan más allá de nuestra mutua confianza, lo más probable es que fracase.
- ¿En qué piensas?
- En que ya es suficiente. Lo que presenciamos hoy no tiene importancia aparente. Pero va a ser la primera vez que se le dé la razón a unos miserables sobre unos trabajadores de alto rango.
- Antes pensabas que todos éramos iguales.
- Yo no sé lo que pienso, amigo Nero.
- ¿Qué propones, entonces?
- Yo desde aquí puedo hacer poca cosa... y los cortesanos y los guardias, le son fieles a Harold. Y lo serán aún más cuando la religión también esté en su mano.
- No tenemos opción, entonces.
- Oh, sí que hay una opción. La necesidad es debilidad ¿Sabes? Y hay algo que tiene que hacer hasta el más divino de los hombres.
- ¿Y qué es eso, Tomás?
- Comer.

Sin ayuda hubiera sido imposible. Por suerte, Nero era un hombre de talento y con muchos amigos. Supo seleccionar a los necesarios. Todos los días, sobre la misma hora, la primera y más abundante partida de comida comprimida que salía de la unidad de racionamiento era transportada hacia la corte, donde se distribuía según el orden de importancia: Primero al Rey y por último a los guardias.
El circuito de alimentación se iniciaba, no obstante, en los colectores, y desde allí se llevaba al laboratorio, donde se acumulaba y se iba llevando a la cámara de desinfección en cantidades establecidas. Para optimizar el proceso, la comida ya procesada, aquella cuyos microorganismos eran inofensivos se acumulaba con la que estaba por procesar, separada por una distancia y marcada con la señal de "Comestible"
El proceso era muy riguroso, y jamás había habido un error. Marcar como comestible comida no procesada tendría como consecuencia que se repartiría una sustancia tóxica en las raciones. La primera remesa de aquel día, sin embargo, se convirtió en un experimento.

- Ayer volví a soñar - El Rey Harold hizo una pausa dramática - con la sombra. Y la sombra me dijo que esta mujer era inocente. Que el tal Lauren efectivamente iba a asesinar al hijo de Allon, otro humilde siervo de la sombra. Y también me ha dicho... me ha dicho que la anciana no era más que una portadora temporal de su gracia. Pues ahora soy yo, vuestro Rey, quien conserva los dones.

- Nos matarán si nos descubren.
- Pero ya hemos tenido bastante. - Respondió Nero a su compañero, quien llevaba parte de las raciones destinadas a la Corte.
- ¿Y Tomás?
- Él no comerá, desde hace unos días mantiene el ayuno. Dice al Rey que es en señal de protesta por sus abusos. En realidad es para que no sospechen.

- Bendice, sombra nuestra - Oraba el Rey con los ojos cerrados - el fruto de nuestra cosecham el sagrado don del alimento conque nos mantienes. Para creer en vuestra magnificiencia no necesitamos más.
Son pocas las enfermedades que se manifiestan nada más contraídas. Quizá aquellas que implican la transpiración de la piel. Algo parecido sucede con los envenenamientos, y envenenarse por insectos contaminados por el color es efectivo, pero no rápido.
El Rey tampoco fue el primero en sufrir los síntomas. Uno de los cortesanos, un bardo, se levantó súbitamente y empezó a gritar:
- Mamá, mamá.
Antes de caer contra la mesa, con los ojos en blanco.
A partir de aquel suceso, y mientras Tomás contemplaba el espectáculo con satisfacción, algunos reían, otros bailaban y la mayoría caían fulminados. El Rey por su parte, estaba rígido. Sólo sus ojos se movían, de un lado a otro, a gran velocidad. En algún momento levantó los brazos, miró hacia el techo y vio a la mismísima Sombra que lo observaba:
- Has tomado mi nombre en vano - escuchó dentro de su cabeza, horrorizado. - Y ahora, yo te tomaré a ti.
La oscuridad se hizo en su cabeza, y Harold III, el último de su dinastía, cayó muerto.

A la anciana no le habían repartido su ración. En el orden natural estaba por debajo de los soldados. Y la corte ya deliraba cuando a ella le correspondía su parte. Entendiendo lo que sucedía, retiró el plato y emprendió una huida a tientas. Hacía un año que era completamente ciega.
Sin embargo, no pudo ir muy lejos. La sangre corría por el cuello de Tomás, quien había extraído las grapas de su cabeza con los dedos desnudos. El sombrero de bufón ensangrentado en el suelo. Con una mano agarró del brazo a la anciana y la hizo caer.
Ella alzó sus ojos ciegos, temblorosa y le dijo al desconocido:
- Salve, nuestro nuevo Rey. La sombra os ha escogido.
Tomás, con una sonrisa en los labios, se limitó a responder:
- Me quedé con curiosidad por saber cómo funcionaba lo del reciclaje lento.

Meses después, no todos habían muerto, aunque sí presentaban secuelas psíquicas de un tipo u otro. Al final, todos acabaron siendo reciclados. El reinado de Tomás comenzó de una manera conservadora: Ahuyentado el peligro que amenazaba los privilegios de los trabajadores cualificados, dictando la no permeabilidad entre estratos sociales y prohibiendo la Religión de la Sombra. El Gremio de colectores se hizo acreedor del título de Real Gremio de Proveedores, lejano ya Tomás a cualquier tentación republicana de su juventud.
El pueblo en general, sin embargo, resultó beneficiado. Los derroches de energía se acabaron. Los tiempos de recolección volvieron a ser diarios. A los desheredados les correspondió una ración más grande de la que habían disfrutado hasta entonces y se instituyeron los primeros tribunales profesionales, aunque el Rey conservaba sus atribuciones como Juez definitivo en caso de duda.
Nero se convirtió en el hombre de confianza de Tomás. Sólo la catorceava cúpula se vio negativamente afectada por las nuevas medidas: Por orden del Rey, se limitaron enormemente la cantidad y la periodicidad de las transferencias de energía hacia la catorceava cúpula.
No pasó mucho tiempo hasta que éstos empezaran a hablar de Secesión. A nadie pareció importarle.

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Próximo capítulo: "El regalo de Gem"

Tuesday, June 15, 2010

Resumen de frontera

Estoy un poco dormido. El sobreesfuerzo: Los exámenes, la energía potencial negativa. Mañana me obligaré a escribir algo un poco más denso y para el fin de semana quiero empezar con el cuarto capítulo, cambiándole el nombre por "De cómo el bufón llegó a ser Rey", que es también el final de unas descripciones un tanto redundantes que serán en futuras versiones condensadas en un sólo capítulo de introducción.
El uso de giros idiolectales, la aspereza de la sintaxis, la traducción hecha por un simio de la que dispongo me ha alejado de la lectura de "Papá Puerco" por ahora. Lo que se mezcla con el stress del trabajo que queda por hacer y el nihilismo en el que caigo siempre que paso por un período de tensión intelectual. Tengo hasta a mi gata marginada en la cocina, caos de platos y arena desperdigada en sus juegos. Libros ligeros son la mejor receta, iba a meterme en Russell, que es menos denso porque tiene la buena costumbre de intentar dar coherencia a lo que piensa.
Así que, esto queda más o menos aquí. Esperando en la UNED se me ocurrió un relato de amor y odio con un protagonista intentado hacerse el gracioso cada cinco minutos. En mi cabeza parecía largo, así que le daré aún un tiempo de maduración, para abrir canales contra los laberintos. E imponer una voz sobre las ideas, ya basta de personajes omniscientes. Me duele limitarlos, pero así es la vida.

Pequeño experimento, entonces. Hoy me levanté con palabras de menos, las recuperaré en cuanto me abofetee una mujer hermosa (Oh, como deseo ser decepcionante)

La melancolía fue estridente una vez, y la sonrisa reflejaba cautela, y el tiempo en el reloj era un vaso vacío. Entonces tuvo que llegar alguien, con una brocha y, por supuesto, no nos sentimos amenazados. Claro que aquel tipo acabó por guarrearlo todo con significados, luego al momento comenzamos a ofendernos.
Ahora yace a mis pies su cabeza, estoy por olvidarme de él. Así se pudra.
No queremos más conflictos. Bello mundo seco.

Otra vez la dialéctica percepción castrada\imágenes violentas. Aquí hay una necesidad de huir del mundo, sin proponer utopías. La bofetada está tardando.