Monday, October 02, 2006

Orígenes

El Sabio Jonás había caído en algún tipo de crisis. Lo supimos al ordenar su mesa y encontrar un pergamino con la tinta corrida. Desde hace siglos, sólo a unos pocos hombres se les permitía llorar, eran los prohombres, los conocedores, los sabios.
Atravesamos los pasillos, buscándolo y gritando, nos entreteníamos de vez en cuando en alguna de las partidas de dados que los niños jugaban contra los muros del laberinto. Jonás podía estar en cualquier parte, gracias al regalo que en su día le hiciera el Dios Tekk. Era capaz de convertirse en arena, por lo que lo buscamos en los montones que dormían en las esquinas. Y sabíamos que era más inteligente que nosotros, y que podía despistarnos como quisiera. Sólo conseguiríamos hallarlo mediante la persistencia.
Pasaron horas hasta que lo encontramos, estaba sentado en la tienda roja de Yusuf, cerca de la zona del bazar, fumando su pipa y con la mirada triste, aferrada su mano izquierda a un papel garabateado.
- Le hemos estado buscando, señor, nos tenía preocupados, pensamos que podía haber sido arrancado del mundo por la furiosa mano de Pélet.
Fingiendo no prestarnos antención, dio una profunda calada a la pipa, exhaló el humo por la nariz y me miró fijamente. Tras unos segundos, me dijo con voz ronca:
- Hoy he leído algo que me ha turbado profundamente. Un texto que rescaté hace unas semanas de entre las ruinas que dejaron los antiguos. Gracias a un código que sólo los sabios conservan he podido acceder a sus secretos, y he descubierto el horror del pasado.
- ¿Un secreto terrible?
- Terrible, porque de dichos escritos se extrae como conclusión que una raza superior a nosotros nos precedió y fue destruida. Y si a esos seres tan superiores les pasó algo tan radical y sangriento que no quedan más que ruinas de su civilización ¿Cómo podríamos nosotros defendernos si recibiéramos un ataque como el que extinguió a los antiguos? Nuestra raza está condenada desde su nacimiento.
- ¿Y cuál pudo ser su fin, maestro?
- En lo poco que se conserva de estos sagrados textos, no he podido observar una causa o un fin. Aunque puedo sospechar que algo tiene que ver con un nombre que se repite varias veces. El auténtico nombre del demonio, causa de dolor a los seres superiores de nuestro pretérito esplendor.
- ¿Qué nombre es ése, Señor? - Pregunté temeroso, como si el pronunciar la palabra pudiera llevarme a alguna desgracia.
- Ellos lo llamaban, casi siempre, Magneto.

Aquella conversación con mi maestro fue el origen de un grandioso proyecto, aunque aún no podíamos imaginarlo. Pasados los años, soy yo el que ocupa el trono de el sabio, ordenado en nuestra iglesia con forma de X, en la que una estatua del glorioso Cíclope vigila. Fueron duros los orígenes, pero ahora los infieles se arrepienten o mueren por su sangre pecadora. Y aunque llega el fin de mis días sin haber visto salir luz roja de mis ojos o cuchillas de mis manos, nunca caí en la trampa de la razón. Y sigo amando a Xavier sobre todas las cosas y buscando toda la verdad que necesito entre las páginas, copiadas y traducidas por el milagro de la imprenta, de nuestra sagrada Biblia.

2 Comments:

Blogger duyulini said...

Veo que gozas de una imaginación despierta y una pluma fructífera, amigo mío (y no le busques connotaciones a lo de pluma).
Me intriga de dónde extraerás las ideas para estos relatos. Son imaginativos y están bastante bien redactados.
La historia tenía "gancho", de ahí que no entienda por qué merecía el injusto castigo de acabar enlazada con los X-Men. Poor little girl!
Por cierto, el don de la transfiguración en arena es muy bueno, de cara a pasar desapercibido. Sólo lo supera el de volverte farlopa en la mesita de noche del Marichalar.

Salud.
Força Lula presidente.

3:15 PM  
Blogger Raepertum said...

Este post era fruto de la envidia. Échale la culpa a lo último de Dani.

11:16 AM  

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