Tuesday, April 23, 2013

El amor y los saldos contables

El número de cuatro cifras, escrito con tinta azul dentro de su cuadrícula, procurando que cada trazo fuera perfecto, que ni un remate descuidado rebasara el borde y pensando que su escrupulosidad podría contar por unos céntimos, compensar algún pequeño descuadre, como aquella mirada distraída hacia esa camarera escotada del restaurante de la esquina. En sus gafas se reflejaban parcialmente las dos largas columnas de números y le gustaba imaginarse que hasta las cantidades allí escritas mostraban expectación por lo que sucedía una vez al mes, lo que estaba a punto de volver a ocurrir.
Abrió el cajón y sacó la calculadora marrón. De manera ritual comprobó que había cinta de papel suficiente. La práctica le había hecho un maestro a la hora de estimar con exactitud cuál sería la longitud idónea para que pudiera quedar recogido cada apunte, sin que sobrara más de una cuarta de tira. Carraspeó y se puso a la tarea de trasladar las cantidades que se acompañaban en el libro bajo cada concepto:
- Cuando la llevé a cenar a ese sitio que le gusta tanto.
- 4 regalos espontáneos por mi parte, con un valor total aproximado de 250 euros.
- Sexo espontáneo.
- Acordarse del aniversario de mi operación.
- Llamarla para decirle que la quiero.
- Dejarme que me comiera la última aceituna.
- La noche en que me dejó que...

Reajustó mecánicamente la pequeña impresora que la calculadora llevaba adosada. Los siguientes apuntes aparecían algo más a la izquierda:
- Discusión en la que acabo dándole la razón para no oírla.
- Que dé por sentado que voy a pagar siempre yo y no haga amago de sacar la cartera del bolso.
- Meterse en mi ordenador a mirar el historial.
- No tratar con el suficiente cuidado mis libros.
- Mi insistencia en...

Tras media hora de trabajo, obtuvo el primer resultado parcial: La diferencia que resultaba de restar lo que ella había hecho por él contra sus muestras de egoísmo era claramente positiva. No esperaba algo distinto y se alegró al comprobar que, una vez volcado el dato en el programa que representaba la información en forma de curva, ésta presentaba una tendencia ascendente respecto al mes anterior.
- Me quiere más que antes - Le dijo a la habitación vacía y continuó con los cálculos que llevarían a su propio balance.
En mitad de la suma paró un momento. Frunció el ceño y comenzó de nuevo.
Más o menos donde se quedó la primera vez volvió a parar y esta vez se dijo: "Esto no puede estar bien". A pesar de lo cual continuó sumando y restando hasta llegar al resultado.
Dos veces más tuvo que repasarlo para convencerse: No era sólo que hubiera habido un descenso sustancial en el número y en el valor de sus "actos de amor". La contabilidad no mentía y un saldo negativo sólo podía interpretarse como que, no sólo la estaba tratando peor a ella que ella a él, sino que ni siquiera podía concluirse que la quisiera.
Para empeorar las cosas, comprendió al volcar el resultado a la curva que, por su parte, existían altibajos difíciles de compatibilizar con una tendencia saludable en una relación que llevaba relativamente poco tiempo funcionado. Para estimar con mayor precisión los daños, superpuso su gráfica a otras que tenía guardadas en el disco duro. Necesitaba saber si debía prepararse para una ruptura en el medio plazo o si aún había esperanzas.
Y entonces, el ruido de la llave en la cerradura. Guardó apresuradamente la calculadora y el libro mayor en el cajón, un segundo antes de que se abriera la puerta del despacho.
- Hola, cariño. - La saludó.
- Hola.
No ha respondido con ninguna fórmula de afecto ¿Podría restarle algo?
- ¿Cómo ha sido tu día?
Me preocupo por sus asuntos, demostrar interés suma.
- Bueno, los he tenido mejores.
- ¿Y eso? ¿Por qué?
- Mira, antes de que sigas...
¿Se habrá dado cuenta de que no expreso mis sentimientos como antes?
... tenemos que hablar.
Se ha dado cuenta.
- Últimamente no me siento tan... cómoda contigo. No es como hace unos meses. No sabría bien cómo explicarlo.
- Creo que sé a qué te refieres, hemos salido a cenar un 12% menos.
- ¿Qué? No, no es eso. Es... cómo te diría. Al principio, de la otra persona sólo ves las virtudes. En tu caso pues, claro, no fue atracción física y... tampoco es que estuviera desesperada pero... francamente, tenemos una edad y no querría equivocarme.
- ¿Crees que no me estoy comprometiendo?
- Sí, no. No es eso, es que... mira, te voy a ser totalmente sincera: He conocido a otra persona y, bueno, no sé si es justo para ti mantenerte con unas expectativas que no creo que vaya a poder cumplir.
- Lo entiendo.
- Lo siento mucho.
- ¿Habéis tenido... ya sabes... relaciones?
- No. No. Es decir, un par de besos y ya está.
- Ya veo. Bueno, eso desde luego deja muchas cosas cerradas y... te agradezco tu sinceridad. Iré recogiendo mis cosas a lo largo de la semana.
- Me siento fatal, no quería hacerte daño.
- ¿Sólo fueron besos?
- Te lo prometo.
- ... en cierto sentido está... bien, no sé, es lo justo. Es lo... equilibrado. Si me das un momento...
Abrió el cajón de nuevo y buscó entre sus apuntes un concepto que había estimado hace tiempo, con la esperanza de nunca tener que reflejarlo. Confiando por última vez en ella, no incluyó agravantes y, siguiendo el principio de prudencia, empleó la cifra que se asignaba en el caso menos grave. Un rápido cálculo mental le permitió obtener el nuevo saldo.

Los números no mienten. Aún había una pequeña diferencia que compensar para poder olvidarla.
De la cartera sacó un billete de 5 euros y le preguntó:
- ¿Tienes 37 céntimos?
Y ella se quedó mirándolo, sin comprender.