Monday, March 31, 2014

Identidad

- Soy un hombre de imaginación consumida, una especie letárgica en las fronteras de tu pupila, soy el sol apagado que vomita la noche, la cruz y la espada, soy el hombre de las cavernas que aprendió a usar un Ipad antes que a entenderse.
- Soy el niño que juega con ladrillos, el que corta los hilos de las arañas, el que señala y se esconde, el que miente y abraza, el consentido, el truhán, el zoquete. Mi generación es la de la herida abierta que no quiere curarse.
- Soy el anciano atado a una rueda, el orgulloso, el rendido, soy el que empuja la piedra por la pendiente con los brazos rotos, con la cabeza ida, con el corazón encanecido.
- Soy el que está en medio de todos. Me acerco, saludo, alzo los hombros, empiezo a beber temprano, tengo prisa, estoy cansado. No sé hacia dónde ir.
Los cuatro queremos dar lecciones distintas aunque seamos el mismo. Sólo aspiramos a que se nos escuche, porque tenemos toda la razón que le negamos al que fue o será como nosotros. Nuestra voz conjunta la forma el choque de mil silencios y sólo coincidimos en que existe un enemigo y que vive fuera y lejos.
Nos resulta imposible de entender porqué debemos de ser gobernados, porqué no podemos jugar con las navajas verdes de la Historia. Porqué hemos desaprendido a llorar, porqué no quedan buenos escritores para inmortalizar lo que pensamos.
Cuando la muerte se asoma rezamos como uno sólo.
Por eso el resto del tiempo lo perdemos en llamarla, en esperarla, en provocarla, en amenazar con ella y en ver su sombra en las miradas de los amigos. Porque la muerte ya no es liberación, ni su guadaña sirve para igualar la talla de los brotes (Ambas cosas están pasadas de moda), pero en su temido abrazo nos encontramos con el mismo miedo y es en ese momento sagrado cuando dejamos la piedra, el opio y la guerra en el suelo y nos sentimos uno contigo y con todos.
Por eso ya en el Medioevo se decía: "La muerte nos hace hippies".