Wednesday, August 13, 2014

Noveno aniversario: El amor

El ser social, el arte, el aturdimiento y el suicidio: Vivir en el mundo, vivir en un mundo ajeno, vivir fuera de sí, no vivir. Acabar siendo animal máquina que reacciona, prisionero del sueño de otro, nube sin contorno, desaparecer. Voy a hablar del amor, porque tiene un poco de ninguno de ellos. Es la fuerza que nos reconcilia, que nos deshace, la cuerda por la que trepas para entrar en el agujero, el tiempo perdido que no se echa de menos.
Es lo que nos falta a todos. Hemos perdido la cuestión totalmente de vista. Hablo con unos: Venganza camuflada de racionalidad. Otros levantan la mano, no están de acuerdo con las palabras. Nos apuñalamos con vergüenzas, nos deslizamos en frivolidades, nuestras mentes se pudren mientras un sol tóxico nos oscurece y nos araña. No vamos a encontrar nada de lo que estamos buscando en ninguna otra coordenada.
Ahora que casi todo el mundo quiere ser amable, que se pasa de la representación al debate, que nadie se sorprende cuando los demás posan-fingen y que confundimos la pasión con la coreografía, el follar orquestado de Hollywood, es cuando más lo necesitamos.
¿Cómo puede ser peor el dolor que el letargo? ¿Qué fuerza mágica creen que encierra el aturdido existir de quienes reptan y revisan todos los días sus webs favoritas? Es como si hubiera muerto la belleza, como si pudieras alquilar una sonrisa cómplice, una caricia inesperada, o la preocupación.
Pero hablar de todo esto no tiene el mayor sentido. Sirve para proyectar la ausencia, para rehacer la perspectiva estirando la idea que vertebra la palabra que tapa el agujero, luz y sombra al servicio del auto engaño. La necesidad de ser amado es otra vanidad al lado del deber de amar primero y sin esperanza. No puede haber nada peor que ser correspondido, que recibir más de lo que uno da. El mayor acto de egoísmo es privar a otro de su generosidad.