Thursday, October 30, 2014

Halloween

- Hay algo detrás de la puerta, Karen.
- Oh, Gilford, tú siempre tan paranoico.
- Karen, estoy viendo sombras que se mueven. Ven y mira la rendija de la puerta ¿Ves? ¿Ves esas putas secciones oscuras?
- Será cualquier cosa.
- Cualquier cosa que proyecte sombra.
- Mira, parece que se van ¿Ves? No había de qué preocuparse.
- No me gusta. No me gusta. No me gusta nada.

Los minutos pasan. Infinitos minutos, minutos caídos de punta sobre nuestras cabezas. Telarañas.

- Vuelve a haber algo.
- ¡Gilford!
- Y además se escuchan voces.
- ¿No te cansas?
- ¡Shhhh! Intento escuchar.
Murmullo
- Son voces de niños.
- ¡Niños! ¡Estás asustándote por unos niños!
- No me fío, Karen. Y, por favor, cállate, sigo queriendo oír lo que dicen.
- ...
- Hablan entre ellos. Algo sobre no entrar. Creo que es aquí donde no quieren entrar.
- ¿Ves? Venga, deja de hacer el ridículo. Acabo de preparar la cena.
Gilford vuelve la vista a la mesa. Sobre el plato los gusanos devoran un animal abierto.

Pasa otro año.

- Tres días seguidos. ¿Por qué no tiene mirilla esta puerta?
- ¡La cena!
 Huesos.
 - Podría abrir pero ¿y si no son niños?
Bufido de Karen

Suena el timbre.
- Han llamado. Karen, han llamado. ¡Han llamado! ¡Han llamado! ¡Han llamado!
Al otro lado de la puerta, los niños se empujan entre ellos. Son lo suficientemente mayores como para entender las advertencias y no querer acatarlas. Y han pasado tantos años desde la última vez que sucedió algo en el Segundo - A... Nadie presta atención a las viejas historias, ni siquiera quienes las vivieron.
- Voy a abrir, Karen. Tengo que ser un buen vecino. Pobres niños míos, pobres niños...
- Gilford, no abras.
- Tengo que abrir, Karen. Esos niños podrían estar siendo maltratados, podrían haber venido aquí buscando ayuda. Podría ser. ¿Y si los estuvieran matando? ¿Y si el coco se los estuviera comiendo?
- Gilford - Karen levanta el cuchillo de trinchar. Una mueca de amenaza se dibuja en su rostro.
- Fue ayer. Ayer yo no confiaba, pero hoy creo. Hoy creo en Dios, y pido perdón, y no voy a dejar que le pase nada malo a mis niños ¡NO VAS A TOCAR A MIS NIÑOS, KAREN! ¿ME ENTIENDES?

- ¿Creías que te iban a abrir? - Bromea Tim al otro lado - Lleva años vacía.
- Apesta.
- Es raro.
- ¿El qué?
- Si lleva años vacía ¿cómo es que el timbre aún funciona?
Todos callan a la vez, paralizados. Una voz en sus cabezas les ordena que huyan de allí.
Y entonces...

Entonces la puerta se abre ligeramente.
Por la leve apertura no se distingue nada. El olor se hace más denso. Los niños aún contienen la respiración cuando el instinto de supervivencia les ordena correr. No piensan. No escuchan. Sólo ven las escaleras del fondo. El olor a sangre les espolea.Karen está gritando como una posesa.
La puerta se abre de par en par con violencia, empujada por una fuerza invisible. El picaporte hace una muesca en la pared contra la que rompe. Los niños siguen corriendo, no miran atrás. Cuando lleguen a las escaleras estarán salvados. Todo se trata de llegar a las escaleras. El guapo Tim, Jennifer la niña a la que le gustan los videojuegos, y el pequeño Johnny. El rezagado, lento Johnny. Johnny-no-hay-tiempo-para-ayudarte.
Gilford suplica, llora, pide que pare. Desesperadamente intenta agarrar el vestido de Karen, mientras entre sollozos le grita que no le haga daño a los niños. Ellos no son los culpables. No tienen la culpa de nada. El enfermo es él, por favor, Karen, por favor, Karen, por favor, por favor...
Pero Karen es más fuerte y sus ojos ya están clavados en la espalda de Johnny.

Y una mano lo agarró.