Sunday, November 29, 2015

ACTO SEGUNDO: LA CENA

AMPARO: Ya puedo decirlo, porque ha pasado el tiempo y no duele... mucho. Aunque tampoco voy a mentir, sentirse engañada de esa manera te marca.
HERMANA: Parecía un buen muchacho, desde luego.
MARIDO: Mira, yo no soy racista, pero sólo digo que estarían mejor en África, con sus cocos y sus leones y sus mierdas.
HERMANA: ¡Los niños!
MARIDO: Perdón. Entonces, Francisco, ¿Tú estás jubilado o trabajando?
FRANCISCO: Podría decirse que sigo trabajando.
HERMANA: ¿Y en qué trabajas?
AMPARO: Es artista.
HERMANA: Artista ¡Qué interesante! ¿Qué tipo de obras haces?
FRANCISCO: Toco un poco la escultura y un poco la pintura. He hecho alguna pequeña exposición. ¿Ese ruido es el del vecino?
MARIDO: Sí, ¿ves lo que te decía?
FRANCISCO: No suena a música.
HERMANA: Amparo, llevo un rato mirándote el colgante. Es un poco raro.
AMPARO: Es un cruce, me lo regalaron en el taller.
HERMANO: Un cruce. Parece una madeja de hilo engarzada.
AMPARO: Es que es eso exactamente. los hilos son muy importantes, porque simbolizan líneas, trayectos. Es parte de lo que te enseñan.
HERMANA: ¿Y qué tal te va a ti en el trabajo?
AMPARO: Bueno...
HERMANA: ¿Bueno?
AMPARO: Lo he dejado. Mira, no creo que sea sano dedicarle diez horas al día a algo que odias.
HERMANA: Pero...
AMPARO: Ya sé, ya sé cómo está la cosa ahí fuera. Y puede que no haya sido un buen momento. Pero, por otra parte...
FRANCISCO: El dinero no va a ser problema.
HERMANA: Perdona, Francisco, no quiero parecer grosera, pero no creo que mi hermana haya hecho bien. Y el que lleve saliendo contigo unos meses tampoco me consuela. A fin de cuentas...
FRANCISCO: Soy viejo...
HERMANA: No lo he dicho yo.
AMPARO (Alterada): ¿Cómo te atreves? ¡Es mi vida!
MARIDO: Bueno, bueno.... Es normal que tu hermana se preocupe. A fin de cuentas, era un buen trabajo y, más raro aún estos días, un trabajo fijo.
FRANCISCO: Amparo no tendrá problemas de dinero, podéis estar tranquilos a ese respecto.
AMPARO: Cariño.
FRANCISCO: De hecho, si no me equivoco, pronto recibirá una herencia de cierto valor.
Silencio sorprendido entre todos los comensales
HERMANA: ¿Perdona?
MARIDO: ¿Qué es lo que quieres decir?
FRANCISCO: Tenéis un vecino muy ruidoso.
HERMANA: Perdona, pero ¿qué es lo que has querido decir? Nuestros padres llevan años muertos. Y no hay nadie más de quien Amparo pueda...
FRANCISCO: Sí lo hay. Vuestro vecino es realmente ruidoso ¿No oís un siseo?
HERMANA: Lo siento, de verdad, debe de haber sido un lapsus. Normalmente él...
AMPARO: A lo mejor se le está yendo la cabeza a tu joven novio.
HERMANA: ¡Amparo!
FRANCISCO: Creo que ya no tenéis vecino.
MARIDO (Conteniendo una risa nerviosa): Vaya, esta vez sí que has pillado uno bueno.
FRANCISCO: Lo digo en serio y no, no estoy senil. Me he dado cuenta nada más llegar. No es el olor, es la atmósfera. Aire cargado. Lo vuestro es algo más complicado, no se podía hacer tan limpiamente, supongo.
AMPARO: Francisco, creo que va a ser mejor que nos marchemos, cariño, ha sido un día largo. Nos hemos levantado muy temprano y...
FRANCISCO: ¿Habéis engordado últimamente?
MARIDO: ¡No dices más que gilipolleces! ¿A qué vienen esas estúpidas preguntas? ¡Lárgate de mi casa inmediatamente!
FRANCISCO: Muy bien, pero antes...
Con un movimiento rápido, los largos dedos de Francisco sacan un alfiler dorado del bolsillo de su chaqueta y pinchan la mano del anfitrión. Éste observa atónito. No le duele, no sale sangre. Pero empieza a escuchar un sonido que le resulta familiar y, a la vez, extraño. Es el del aire saliendo por una pequeña abertura, como cuando se desinfla un globo. Lo más terrorífico es que su mano también parece estarse reduciendo.
FRANCISCO: Estáis todos muertos. Alguien o algo mantiene la mayoría de las funciones de vuestros cerebros de manera artificial y, para que no se note que os falta la carne, os la ha estado sustituyendo por aire. Probablemente te hayas dado cuenta al mirarte en el espejo por la mañana de que tu aspecto era distinto pero, si además te hubieras pesado en una báscula, hubieras observado que, a pesar de tu aumento de tamaño, tu peso se reducía.
MARIDO: Pero... pero...
Las dos hermanas miran al hombre con los ojos desorbitados, su mujer se mira las manos y grita histérica al comprobar que ella también está hinchada. Los niños, sin embargo, están paralizados por el terror. No entienden lo que está pasando.
AMPARO: ¿Qué es...?
FRANCISCO: Lo que va a pasar ahora es que la cosa que os ha mantenido así, al verse descubierta, va a desconectaros. Lo siento mucho.
El matrimonio se mira con ojos de terror, pero no caen lágrimas de sus ojos. Javier, el niño, cae encima de su plato, y el sonido del aire se multiplica alrededor, a través de sus bocas deformadas y desde párpados que se inflan repentinamente, dejando escapar un gas invisible.
Amparo está petrificada. Francisco observa los cadáveres sin inmutarse.
AMPARO: ¿Qué le has hecho a mi familia?
FRANCISCO: Darles una muerte algo más digna de lo que les esperaba en breve. No puedes mantener demasiado tiempo a una persona en estas condiciones.
AMPARO: Esto es una locura ¡Los has matado!¡Mi familia! ¿Vas a matarme a mí también?
FRANCISCO: No he matado a nadie ni voy a hacerte nada. Entiendo cómo te sientes, pero no había otra cosa que pudiera hacerse.
AMPARO: Me voy. Me voy. Me voy y traeré a la policía. ¡Estás loco! ¡Loco!
FRANCISCO, poniéndole las llaves del coche encima de la mesa: Hazlo, pero ten cuidado. Lo que quiera que sea lo que los ha matado a ellos, puede estar vagando por el vecindario.
AMPARO: Dios mío.
FRANCISCO: Ninguno de los Dioses está aquí. Esa criatura, sea lo que sea, trabaja en su propio bando. Y ahora ¡Corre!
Amparo coge las llaves y sale atropelladamente hacia la puerta. Entonces se da cuenta de que tiene un teléfono móvil. Sin dejar de correr, empieza a marcar el número de la policía.
Francisco mira hacia el techo de la casa.
FRANCISCO: Lo de los niños no ha estado nada bien. ¡Teniendo a los padres, podrías haberlos sacado de aquí sin tener que matarlos!
Silencio.
- Por supuesto - pensó - Si los ruidos suenan en la casa del vecino. Es evidente que es allí donde tengo que ir. Será mejor que me prepare. Que abra puertas y despierte a otros monstruos, ha llegado el momento de desanudar algunas cuerdas, de doblar el hormigón y besar a la serpiente.

CONTINUARÁ EN: "ACTO TERCERO: EL ILUSIONISTA"