Tuesday, October 13, 2020

Old Creek

Aquella noche, dos semanas después de la explosión, algo había emergido de las aguas.

La policía asumió que todo era el acto de un peligroso asesino psicópata. El pueblo estaba atemorizado y solo las parejas de jóvenes practicantes del amor a espaldas de sus padres aparcaban sus cadillacs rosa en la explanada de los besos. Allí encontraban sus cadáveres, siempre.

Tan es así que alguien sugirió poner un cartel de "Prohibido aparcar aquí" o, al menos, una cámara que apuntase al lugar de las muertes, a fin de esclarecer el turbio misterio.

Timmy Johnson, alumno de tercer curso de la escuela de oficios de West County denunció haber visto un monstruo pastoso con protuberancias en forma de cilindros terminados en punta y un agujero demencial en forma de boca rebuscando entre los cubos de basura de la casa del viejo Wilkins. El mismo Wilkins que se había reído de la posibilidad de que el asesino fuera un ser de otro planeta que hubiera venido a invadirnos, el mismo Wilkins que le dijo a su vieja esposa Theresa que esos chicos se lo tenían merecido por concupiscentes, el mismo Wilkins... ¡Que apareció muerto dos días después!

Un coche deja huellas de neumáticos frente a la comisaría al frenar bruscamente. El parachoques delantero golpea con gran estruendo unos cubos de basura, de los que huyen dos mapaches, uno con una raspa de pescado en la boca. El teniente Mancusso sale a ver el origen del ruido. Del coche sale un calvo con bata blanca, visiblemente alterado:

- ¡Dioses! ¡Nos creíamos dioses!

- Vaya, vaya. - Dijo Mancusso esperando que su ayudante Billy le devolviera una mirada de complicidad, a pesar de que éste había muerto hace tres semanas en la explanada de los besos - Parece que alguien ha bebido más de la cuenta.

Mancusso tenía esa seguridad, ya que su olfato se había agudizado después de que, una noche, decidiera arrancarse los ojos para retarse a sí mismo.

- Soy el Doctor Ruttinger ¡Tiene que escucharme!
- Doctor Ruttinger ¿Eh? Bueno, para empezar voy a detenerle. - Empezó a palparse buscando unas esposas en sus bolsillos. Sonriendo con satisfacción cuando consiguió encontrarlas.

- ¡No lo entiende! ¡Todos estamos en peligro!

- Eso se lo dirá usted al juez. O se lo diría, si tuviéramos uno - Y, a tientas, consiguió esposar al Doctor para después arrastrarlo hacia la comisaría.

Timmy Johnson había preparado una emboscada para el monstruo. Reuniendo a sus amigos estaba dispuesto a demostrarle a los adultos que se equivocaban, que él sí había visto lo que había visto y que su sentido común era mayor que el de ellos.

El problema es que sus amigos habían muerto. Por lo que consigo llevaba una tabla de ouija. Su idea era invocar a los espíritus para que dos de ellos fingieran intimidad y, cuando el monstruo atacara, lanzarle una red por encima.

A miles de kilómetros por encima de Old Creek, en ese preciso instante, X-27 acariciaba un gato venusiano, en todo similar a un gato de la tierra salvo por un cuerno postizo de plástico tan mal pegado que se le había acabado deslizando a la espalda. Ordenaba activar el plan 27, al que había puesto, en un alarde de vanidad, su mismo nombre.

Pero la sala de mando estaba vacía. Siempre estaba vacía. La informatización había llevado a que las naves fueran monotripuladas. Así que, tras fingir que conversaba con un maniquí puesto en el sillón de comunicaciones, presionó los botones precisos.

Los espíritus se levantaron, pero no por efecto de lo que hubiera hecho Timmy, sino porque tal era el plan de X-27. Un fuerte brillo verde fosforescente los delataba. La idea es que se encaramaran a las ventanas y provocaran infartos de miedo. Estaban más preocupados, sin embargo, por no poder palpar, ni hablar, ni ser más que haces de luz inconsistente.

El doctor había ideado un plan para salir de aquella celda, pero requería mucha ginebra y Mancusso se negaba a proveérsela. No hizo falta, sin embargo, pues en aquel momento en la comisaría entró el monstruo. Alertado por el extraño hedor y los sonidos guturales que salían del orificio de la criatura, Mancusso se levantó con la pistola apuntado al lugar del que creía que procedía la fetidez y disparó varias veces. 

El monstruo, sin embargo, siguió avanzando. Básicamente porque había disparado en dirección contraria a donde estaba, matando a Ruttinger.

Timmy Johnson había decidido rendirse y entregarse al monstruo, ya que sentía que la vida era un enorme despropósito en el que lo único que hacía era intentar defenderse de amenazas reales o imaginarias, sin alcanzar nunca un punto de destino, sin hallar la felicidad duradera.

Pero el monstruo jamás vendría a por él porque, como todo lo demás en aquella ruina de pueblo, estaba hecho de humo. Fue a la explanada de los besos, entró en uno de los coches abandonados, aún con la llave y los cadáveres dentro. Sacó a los muertos, giró la llave en el contacto y aceleró. Y aceleró. Y aceleró.

Y el coche atravesó la última membrana de irrealidad, y el pueblo quedó lejos y cerca el precipicio. Y cayó para siempre por él, sin llegar nunca a su fondo. Mientras caía tuvo tiempo de recordar que Old Creek nunca quiso ser más que un boceto.

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