Saturday, September 03, 2016

Enfrentarse al dolor

Siempre estoy muy atento a mí mismo, centro del Universo y de constantes autodiagnósticos. Las circunstancias (Llamar así a lo que está pasando es rebajar su gravedad encerrándolo en una palabra genérica y por eso alivia) me tienen convertido en un animal nervioso, de los que cierran los ojos pero no duermen. Esto no era lo previsible. No podía preverse nada.
Pero me veo adelantando constantemente catástrofes, y una de las peores se cumplió de una manera espectacular. Sigo sin querer invocar al problema con la palabra horrible que lo nombra, ya he dicho que siempre estoy pendiente de lo que digo y también por eso distraído de todo lo demás, salvo de las amenazas reales e imaginarias.
La idea de mi propia mortalidad, la necesidad de poner condiciones que hagan que mi última libertad se imponga sobre la pena adelantando la sentencia y la multiplicación de mis manías, paranoias y obsesiones. Nunca había experimentado un período tan largo de infelicidad. Y estoy intraquilo en un sentido, pero cómodo en otro. Es complicado sacarse esto de dentro, porque no puedo hacer uso de la memoria para evocar algo parecido. Es como algo que está latente y es esperado y es doloroso y necesita ser negado o representado para que no me supere o por mi miedo a no superarlo, o por mi miedo a haberlo superado, lo que me convertiría en una persona indigna.
Ayer creí entender de un pensamiento que me atravesó que cuando llegue lo inevitable, no voy a estar tan preparado como pensaba. Intento concentrarme en los aspectos prácticos y en las cuestiones que habrán de ser abordadas tras el día después. Veréis, hay algo en lo que no soy para nada independiente: A pesar de haber sido calificado de "rebelde" en alguna ocasión, mi educación me ha condicionado totalmente:
Me crié entre individualistas, entre gente que no necesitaba a nadie para divertirse y yo soy un poco así y un poco todo lo contrario, pero no creo que estuviera en mi naturaleza ser así. Más bien soy del tipo "sólo me quiero relacionar con afines". Ahora bien, la definición de "gente afín" se ha hecho tan compleja que, con frecuencia, me veo necesitando de gente sencilla que no se me parece en nada. Y es verdad que tengo un punto muy fuerte de egoísmo también. Soy capaz de defenderlo hasta desde mi ideología, pero a veces impide la comunicación. Mi educación me tira, en circunstancias como ésta, a mirar hacia delante. Pero... yo fui un niño melancólico. No triste, nunca he sido realmente triste. Enfadado, ansioso, desesperado... pero no triste. De echar mucho la vista atrás, hasta cuando no había mucho "atrás" sobre el que echarla. Y ése niño sí sabría ser humano en este caso, pero probablemente se quedaría "atascado" en su humanidad y moriría en crisis.
Lo que intento expresar es que esto no va de "fases". Los psicólogos darán por demostrado que existen etapas que se van cumpliendo y que llevan hacia la recuperación o hacia la patología, pero los seres humanos no funcionamos nunca modélicamente y no es sólo que las fases puedan aparecer en cualquier orden, es que no están bien delimitadas, no son conceptualizables, ni resumibles, ni extrapolables, ni homogéneas, porque no somos analizables. ¿En qué fase me encuentro? En ninguna. Me agobio por todo lo que va a pasar, por lo que creo que va a pasar, por la precariedad de mi trabajo, porque quiero cambiar de trabajo, porque quiero tener más cosas y vivir más sencillamente, porque quiero retroceder el tiempo y porque quiero adelantarlo. Esto no es una fase, es una incómoda mezcla imposible de manejar, es un barco en mitad de un Océano con un capitán que sufre vértigos y la brújula rota. Y no sé qué va a pasar. No tengo ni idea.