Friday, November 04, 2011

¿Cómo pude olvidarme del vino?

Si tan siquiera fuese el descuido motriz de una mano que aparta la mesa... pero no es lo único, también desfiguré mi juventud, por la maldita búsqueda de la causa como centro del efecto, como si la única ley del Universo fuese la del chocar de las canicas, billar de razones. Porque el vino es una gota de ácido, una ruina de sombras que te aniquila a medias, y te despierta la razón de la última mitad, cuando nada queda salvo el olvido ajeno.
Hay que aprender (Desaprendido) que la Eternidad es un pasaje drogado, que no hay más verdad que la que se toca sumergido, como un reto infantil en la piscina ¡A ver quién llega más hondo! Y el que la muerte, el vino y la verdad son igual de negros lo habíamos estudiado pero necesitábamos refrescarnos en la experiencia.
Cuatro vinos distintos, cada uno con su fiebre, su arranque, su inevitable, indeseada a veces, poesía. Se hablará durante una eternidad de este suceso caprichoso, no es el alcohol el que te envenena. Es que te bebes al vagabundo, al periodista pobre, al corsario rico, al avinagrado pastor, la homilía y el sueño, te bebes personajes sin dejar gota.
A ti mismo consumes y recuerdas como poso que quedará, negro que yace, sacándose la voz de entre ruinas. Pero romántico y distinto.
Así que un brindis por esta caída que acabará convertida en salto y, si la suerte nos desvía, que lo haga con el pijama medio quitado y el Moscatel en la mano.