Sunday, February 08, 2009

Resentimiento y meritocracia

Si se medita dos veces, mi cacareado concepto del "Resentimiento obrero" no necesita del matiz para seguir identificándose con la definición. Diré entonces que "Resentimiento obrero" es una clase de resentimiento en el que intervienen como factores desencadenantes una serie de matices culturales a los que se intenta asociar con factores económicos, por remontar éstos a la lucha de clases, obviando el hecho de que, dentro de unos parámetros y de una segmentación no tan férrea como algunos interesados quieren hacernos ver, la voluntad juega el papel más grande en el proceso de culturización. Aquí no hablamos de becas, no hablamos de acceso a la Universidad, el conocimiento está al alcance de todos mediante la red de Bibliotecas y una parte del mismo garantizado mediante la educación obligatoria. Hay excepciones, pero en lo básico, así es.
Antes de perderme en una maraña poco justificable de ejemplos y contraejemplos diré que resulta innegable que el argumento de la diferencia de oportunidades establecida por las diferencias en las situaciones económicas de partida sirve de excusa a muchos para justificar su ineptitud y su desidia, otro supuesto dentro del más grande "Beneficio de la causalidad" que, tal y como formulo, pertenece a Sartre.
Ahora bien, al principio de mi exposición quería matizar que ya dejaba de ver el Resentimiento Obrero como módulo definible del conjunto de todos los resentimientos, ahora me encuentro entre dos posiciones contrarias y radicales, frente a las que la taxonomía poco puede ayudarme: Que el resentimiento obrero como tal no exista, y sólo quepa hablar de Resentimiento en general o que el Resentimiento siempre sea de orden material, por lo que debemos identificarlo con el Resentimiento Obrero.
Expongamos un caso y preguntémonos sobre él: El individuo A defiende la posición de que su nivel de conocimientos es equiparable al del individuo B. El individuo A, y esta es una circunstancia común, ignora el alcance real de los conocimientos del individuo B y basa sus predicciones en factores como el tiempo que le ha llevado a cada uno de ellos completar sus respectivos estudios. El individuo A ignora capciosamente el concepto de rentabilidad del trabajo, las diferencias en cuanto a la inteligencia y capacidad de asimilación que existen entre ambos, tampoco tiene en cuenta la naturaleza de ninguno de estos estudios. Pero desde esta posición dogmatiza, y encuentra que es injusto que la retribución obtenida por el individuo B pueda ser mayor que la suya. Vemos que no es sino cegándose a mecanismos del pensamiento que se puede llegar a esta conclusión, por lo que inferimos que factores ajenos al razonamiento intervienen.
Busquemos otro caso de resentimiento, igualmente material, pues el conocimiento resulta materializable en cuanto lo traducimos a un lenguaje. Hay quienes defienden, a la vez, el derecho a la propiedad privada y a la libre disposición de los bienes (Dentro de un marco fiscal, se sobreentiende) y sin embargo se muestran absolutamente contrarios a la herencia, por pensar que se opone a la más que relativizable Meritocracia (Más tarde trataré el tema de Meritocracia, que rápidamente se disuelve si comprobamos mediante la experiencia la incompetencia de muchos trabajadores cualificados, frente a la alta efectividad de muchos que, en principio, no lo están)
Volviendo al tema de la herencia, consecuencia lógica de poder disponer de los bienes que uno ha ganado con su esfuerzo debería ser también poder legarlos a quien quiera. Nadie querría discutir esto si pusiéramos como ejemplo a alguien que da todos sus bienes a una Institución Privada de Caridad, aunque ésta constara de un número muy limitado de individuos acreedores de semejante beneficio.
¿Con qué especie de razonamiento nos encontramos entonces, que nos permite hacer uso de nuestros bienes libremente, salvo en el caso de que queramos transferirlos sin una contrapartida? Porque pensemos que, si dejo caer mi dinero al suelo a la espera de que el que viene detrás lo recoja, se trata de otra donación y, aunque arriesgado y un tanto absurdo, ningún legislador en su sano juicio proscribiría tal práctica ¿Por qué quieren hacerlo entonces algunos, cuando lo que buscamos es donar lo que poseemos a nuestros herederos? Si el derecho a la herencia ya fue reconocido desde los griegos como acorde con nuestra naturaleza, si existen incluso leyes que evitan que los padres no transmitan al menos un tercio de sus bienes a su prole. Es un caso de resentimiento material, pura envidia disfrazada en forma de "doctrina moral". La única moralidad de estos individuos se basa en que no esperan ningún beneficio mediante este mecanismo y, por contra, entienden que tal circunstancia aumentará la diferencia que hay entre ellos y los que sí pueden beneficiarse de esta suerte. Lo que pretenden es atar a los demás con el mismo collar que ellos llevan al cuello. No les molesta el hecho en sí de "dar" sino el que los acreedores no son ellos y, por tanto, resulta injusto. Hace algún tiempo le dije a un partidario de estas tesis que no olvidara devolver su ADN a sus padres, pues difícilmente podía entenderse como cosa distinta a una donación.
Ha sido muy por encima que he tratado el tema del Resentimiento en este post. Se ha podido comprobar, sin embargo, que no ataco en él a quienes quieren (A estas alturas) poner al Estado como mediador de cualquier donación incluso llegando al extremo de que la donación deba hacerse íntegra al Estado. Si no lo hago no es porque esté de acuerdo con ellos, es que resulta que están siendo coherentes y no tengo, por ello, pruebas de que ningún factor emocional intervenga en su juicio. Si alguien presenta como premisa el que todo pertenece, en definitiva, a la colectividad y que las propias leyes de la propiedad son un insulto a la naturaleza, no hay más remedio que concluir que la herencia es poco menos que una aberración. Sin embargo, a las personas honestas a las que he tenido el placer de conocer y que partían de esta postura, lo de la herencia no les parecía un tema central en sus pensamientos, siendo no más que la consecuencia lógica de la imposición del modelo que defendían. Es por ello que una discusión con un colectivista (Sea anarquista, comunista o cualquier otra nueva especie que me esté pasando por alto) se produce, si es sincero en sus ideales, a un nivel bastante más elevado y el tema de la herencia aparece como subordinado.
Tangencialmente hice alusión al tema de la Meritocracia, en la que creo fervientemente a pesar de lo que pudiera parecer por mi adjetivo "relativa". Diré que la Meritocracia es un ideal del que sólo debemos hablar cuando consigamos adecuar de la manera más perfecta posible el conocimiento a la función. Está claro que un trabajo es inasequible a una persona, y por tanto lo hará mal, si dicha persona no dispone de las cualidades suficientes como para desempeñarlo con el grado de eficiencia exigible. Pero ¿Y si nos encontramos con trabajadores sobrecualificados? Buen número de mis amigos no son universitarios. Algunos han empezado la carrera recientemente, otros, como yo mismo, rectificaron a mitad del camino (Ahora peleo por dos, por compensar). Sin embargo, no los veo poco cualificados para una serie de trabajos en los que se exige por parte de las empresas determinados títulos y calificaciones oficiales. Por el contrario, y éste caso quizá sea el más sangrante (Dado que en un ambiente en el que hay un buen índice de paro es normal que quede mano de obra por usar) he conocido a individuos altamente cualificados a los que considero absolutamente incapaces de desarrollar ningún trabajo que implique tratar con la realidad, pues su formación ha hecho que su razonamiento sea tan virtual como los modelos en que se sustenta.
Una persona nada sospechosa de ser un resentido, por su situación laboral actual y, en general, porque su buen carácter se lo impide, es mi amigo Dani. En Nochevieja me comentó que el motivo de la huelga de los informáticos es que se encontraban sustituidos por otros trabajadores de cualificación inferior. Por supuesto, esto sería un argumento perfectamente válido, si no entrara en juego otra circunstancia: De acuerdo con las necesidades de las empresas, no se precisa en la mayor parte de los casos del conocimiento de los trabajadores más avanzados. Si se plantea la necesidad de crear una web, por supuesto puedes contratar a un ingeniero informático, quien te hará el trabajo de manera impecable y óptima (Previsiblemente) o recurrir a alguien que sólo haya dado un cursillo de programación usando Dreamweaver o cualquier otra herramienta parecida (Por lo que recuerdo, hasta Word te permite programar una Web). Y éste último trabajador quizá no lo haga tan bien como el ingeniero, pero sí cubrirá las cotas exigidas por la empresa, sin pedir una remuneración tan alta, probablemente.
Dado que nuestro sistema de educaciónd, para el mercado laboral que vivimos, en muchas ocasiones te prepara más de lo que resulta necesario, probablemente encontremos a algún necio dispuesto a hacer esta pregunta: ¿Por qué aprender más de lo que necesito para el desempeño de mi tarea?
Pues la única respuesta válida es: Porque el conocimiento es un objetivo en sí, sin que deba mediar ninguna utilidad para que sea deseable su adquisición. Y con este dogma termino lo que he querido que fuera una cadena de razonamientos más o menos coherentes con la porción de realidad que conozco.

Tuesday, February 03, 2009

Las apariencias molestan