Tuesday, November 17, 2009

Tu voz es necesaria.

Hace unos meses me anunciaba a mí mismo que tenía un proyecto maléfico, pero me sigue faltando algo muy importante: Voces. Voces que no sean como la mía, voces que suenen bien en un micrófono, y no monótonas. No me será posible hacer las animaciones que quiero sin vuestra colaboración. Os la pido en el nombre del arte y del amor. Dona tu voz, amigo. Dónala.

Sunday, November 15, 2009

Sobre Verlaco, antes de continuar

Estoy creando un personaje a pedazos, porque quiero darle alguna profundidad o que lo parezca. Cuando esté listo, quizá lo despoje de su inmortalidad y de todo el marco en que se mueve. Por ahora, sólo sé que debe ser reflexivo, y más dado a la diplomacia que a la guerra.

Relato III

- Estoy conociendo nuevas formas de aburrimiento. Te propongo algo, para que la reconciliación sea más evidente: acompáñame mañana a un trámite que no tengo que hacer, pero bueno... - Dijo Verlaco sin convicción, como el que ya espera el rechazo.
- No voy a poder...
- Está bien, no te preocupes. Buscaré a alguien que pueda.
A partir de aquel momento, la conversación se hizo más rápida, hasta llegar a la zona de las fórmulas de cortesía, en las que acabó apagándose por completo. Y, cuando estuvo lejos, Verlaco pensó que habría esperado cualquier tipo de choque existencial por el hecho de ser inmortal, pero jamás hubiera creído que acabaría temiendo pasar de moda.
La raza a la que pertenecía, los humanos que estaban a su alrededor eran fruto de una evolución que a él no le había afectado. Se le veía distinto, y ya buena parte de los habitantes de su país lo sabían. Pero eran tiempos en que no se daba importancia a casi nada, y tras especulaciones y análisis, todo había quedado como estaba antes de que alguien lo descubriera. Qué distinto era todo hacía tan sólo dos mil años: Entonces había más razas, más variedad, menos información, más indivualidad, más belleza.
Verlaco recordó aquella tarde fría, cerca de las montañas, hablando con su viejo amigo Inoccio, sobre Khan, sobre Gurok, sobre las sombras crecientes.
En algún momento, Inoccio se levantó para ir al baño, Verlaco deslizó la mirada por la biblioteca polvorienta, el orbe carmesí atrajo su visión, capaz de adivinar la próxima muerte, siempre con imágenes cambiantes, hasta el punto de que sólo un mago era capaz de ordenarlas dentro de su cabeza.
Inoccio volvió, se sentó lentamente:
- Hay una razón por la que te he hecho llamar. Más urgente que éstas cosas de las que hablamos.
- Dime.
- A unos kilómetros de aquí, se encuentra un pueblo llamado Valdeblanca. Es allí donde van mis criados para aprovisionar el Castillo.
- Una vez lo visité. No más de veinte familias.
- Me temo que ahora haya menos. El pueblo ha tenido algún problema en el pasado con las bestias. Por estas tierras vive un tipo extraño de oso, una criatura agresiva. Creo que lo llaman Elthai, Elthio o algo así.
El alquimista hizo una pausa y continuó:
- Después de que una de esas bestias se llevara al nieto del alcalde, vinieron pidiendo mi ayuda. Son cazadores, por supuesto, pero estas bestias eligen presas débiles y son difíciles de detectar los días en que nieva. Así que yo los ayudé. Ahora quiero que bajes conmigo, tengo que enseñarte algo.
Los dos amigos se levantaron. Bajaron varias escaleras. Verlaco estaba realmente intrigado, no sabía a qué venía tanto misterio y tanta pausa teatral. Al final, llegaron al laboratorio de de Inoccio y lo comprendió al momento. Contra la pared, en hilera, unas diez estatuas de cristal con forma humana. La explicación que Inoccio le dio fue desconcertante:
- Se trata de gólems.
- ¿Mandaste a uno para proteger al pueblo?
- Lo has adivinado. El primero que hice. Que no te engañe su tamaño, pueden ser rápidos, además de letales.
- Y supongo que me necesitas para que eche un vistazo y vea cómo están.
- Mandé hace dos semanas a unos sirvientes a recoger madera del pueblo. Aún no han vuelto. Podría haber pensado que habían perecido en el camino, pero vi a uno de ellos fugazmente a través del orbe. Murieron aplastados.
- ¿Crees que el Golem que mandaste se volvió loco y los mató?
- No sé qué pensar. Pero, definitivamente, necesito que te acerques al pueblo. A ti no te puede pasar nada, como sabes.
- Bien. Lo haré, por supuesto. Ahora, poniéndonos en lo peor... ¿tienes algo que pueda facilitarme la vida? Lo digo por si tengo que enfrentarme a tu creación, ya sabes.
- Me temo que no hay nada, salvo la fuerza bruta. La magia los atraviesa.
- ¿Qué? ¿Cómo es posible?
- Bueno, la magia directa les puede hacer daño en la carcasa. Pero los hechizos más potentes fueron creados contra seres vivos, y los gólems no lo están.
- Bien. Tendré que pensar alguna solución imaginativa...