Sunday, September 07, 2014

Lo que podría ser transcendente... pero no

- No abras la caja.
- ¿Qué?
- No abras la caja, no mires atrás, no le des agua al bicho ni de comer a partir de las doce. Pero, sobre todo, aléjate de ella.
- ¡Déjame en paz!
- Me gustaría, pero no puedo. Tengo una especie de misión, sí. Vamos a llamarla así. También podrías decir que no tengo nada mejor que hacer. Porque soy rico y no trabajo. Porque un día me levanté, me di cuenta de que no tenía facturas ni restricciones y me he dado una tarea, para que la vida conserve algo de sentido.
- Lo que sea, pírate.
- Querría. No me caes especialmente bien. Mírate en el espejo. Estás descuidado, tío. Pasas demasiado poco tiempo delante del espejo. No reaccionas, también es evidente que sufres de "pensamiento enfermo". ¿Cuántas veces al día te planteas la misma historia? ¿Cuántas intentas consolarte e incluso sientes lástima de ti? No me gustas, pero no te envidio y yo envidio a casi todo el mundo. Por eso voy a ayudarte.
- Creo que el que necesitas ayuda eres tú. Si te escucho ¿me dejarás sólo?
- Sí, si logro convencerte de que no hagas eso que te planteas hacer.
- ¿Cómo sabes que pienso en hacer algo?
- Porque se te ha olvidado todo lo demás, cuando es lo demás lo que realmente importa.
- Podría ser que fuese algo sobre lo que no tengo la mínima influencia. Podría ser una tragedia familiar, podría no quedarme más opción que sentarme y resignarme.
- No. Es obvio que tienes opciones. El movimiento de tus dedos, el gesto y la poca importancia que pareces darle al resto de cosas. Y el que hayas querido hablar conmigo cuando tenías la opción de irte o de ignorarme.
- Bueno ¿y en qué consiste realmente tu consejo?
- Bien. Sabes que puedes hacer principalmente dos cosas. Una de ellas conlleva el riesgo de hacerte mucho daño, con la otra tienes la seguridad de que te van a herir poco a poco, como hace la curiosidad cuando no la satisfaces.
- Parece mejor la primera opción.
- No si el dolor de hacer lo primero es seguro y el de hacer lo segundo se puede evitar.
- ¿Y cómo?
- Siendo tú la caja que la gente teme abrir.
- No lo entiendo.
- Mírate bien. Estás hecho un desastre y se te ve venir, es una muy mala combinación. Pregúntate si no estarías mejor después de recoger unos cuantos pedazos del suelo y encerrarlos detrás de la mirada. Si dejas de preocuparte por los misterios de los demás, sabiendo que no lo hay más grande que el tuyo... alcanzarás la libertad.
- ¿Y si nadie quiere abrirme?
- No hay garantías, es verdad, porque esto tiene algo de arte. Tú procura no hablar demasiado. Será un buen principio.
- Me gusta hablar.
- Lo sé. Tanto que llevas un rato haciéndolo solo. La gente está empezando a fijarse en ti. Paga y vete.
- Gracias por el consejo, fantasma de los urinarios públicos.
- A mandar.