Sunday, January 11, 2015

Profecía

Para abrazarme a tu muerte corto un tajo en tu barriga. Saco la tripa, me la enrosco al cuello, te beso los labios. Labios blancos por la sangre que cae, el cuerpo desmoronándose de dentro afuera. Tu piel gira con el sonido de una bisagra, el olmo nos mira.
- ...
- Pero es que esta cara habla.
- ...
- Lo sé. Lo sé. Estoy viviendo mis pesadillas. Es lo que debe ser.
Un foco de luz opaca, luz que esconde. Las huellas que dejas se convierten en caníbales. Cada vez que haces girar la rueca un pedacito de tus dedos queda arrastrado.
- ...
- El mal sueño es como una pasarela que flota por encima de nuestras cabezas. Miro hacia abajo y veo al bosque formar un torbellino. Luego se convierte en una mujer de pechos asimétricos. Siempre me están persiguiendo. Siempre. Busco refugio en una cueva, pero las estalactitas son cuchillos afilados. Empiezan a girar y mi cara, cortada limpiamente, cae al suelo desde donde veo a mi cuerpo bailar como pollo sin cabeza.
Luego despierto, comparto dos frases contigo (Mi ángel protector) y no me respondes. Vuelvo a dormir y el monstruo vuelve a perseguirme.
- ...lejos.
- ¿Eres mi ángel de la guarda?
- Abre...la...caja...
- ...
Todo lo que toco arde como el fuego. Mis ideas, mis recuerdos se convierten en clavos al rojo. Los siento horadando mi mente, rompiendo mi memoria, destruyéndome. Debo abrir la caja antes de que sea demasiado tarde. El problema está en que no sé cuál de las cajas abrir. Hay infinitas.
Mis dedos se han convertido en gusanos negros y amarillos, se mueven ajenos a mi voluntad. De mi cabeza emerge una cuchilla, o una estalagmita o un clavo. Siento que voy a despertarme de nuevo. De un momento a otro, pero no sin antes encontrarla. Sin darme cuenta mi cuerpo se ha vuelto a convertir: En mi pecho hay un agujero, del tamaño de una cerradura. Lo que salía de mi cabeza ya no está afilado y tiene forma de llave.
Abro la caja.
Dentro, cubierta de cristales rotos, una pistola. Su material es imposible. Líquido al tacto, consistente como un sólido. Apunto a mi cabeza y disparo. No sucede nada. Apunto al suelo y disparo. A la cueva, al huerto, a la luna. Finalmente, desesperada, la tiro contra el suelo.
Se dispara. Ha hecho un agujero en el aire, por el que se filtra un rayo de luz, como quien abre ligeramente una puerta en una habitación oscura. Busco perseguidores con la mirada enloquecida mientras la pequeña abertura se ensancha.
Hasta que puede pasar una mano, hasta que puede pasar una cabeza y después un cuerpo, un millón de grillos aplauden, los ojos de las arañas son pequeñas cabezas de bebé, el agua de la lluvia que cae huele a vinagre.
Despierto. Estoy llena de llagas. La cara de Simón, sus ojos cansados son lo primero que me saluda al despertar.
- ¿Has visto serpientes? - Pregunta. Demasiado asustado como para preocuparse por otra cosa.
 - No. Pero creo que hay algo creciendo dentro de mí.
Los dos nos quedamos en silencio. Amanece en el país de las hipotecas.