Sunday, July 29, 2007

Esputos coloraos

Me levanto - sacrificio -
con delirios cenitales que profanan el oficio
ay, señora
cómo les gustan las flores a los muertos
que les hacen compañía, cortadas y marchitas.

Y en la tarde (en la calle)
no hay secta que me reclute ni viejo que me ladre
yo tan seguro, con tu ramo
voy trepando por los muros.

Son espasmos mis andares
por las calles adornadas con suicidios
sólo espero de esta tarde
un beso de los labios de tu coño podrido.

Porque el amor
son esputos "coloraos"
que caen en la tierra, haciendo nacer los árboles rojos
pintando trapantojos
con la fruta del bien, del mal y del "me da igual"

Amiga, soy de carne negra
abierta y deformada, hambrienta de la tierra
nunca tendrás
mejor ocasión que ésta.
Estoy cadáver y tu mejilla sabe a fresa.

Tai-chí en el borde del barranco
acciones, sin causar repercusiones
espectro que se junta en tu mirada
con mi sangre coagulada.

Despierta, despierta
se fue el amor
se tiró por la ventana.

Esputos coloraos, esputos coloraos
esputos coloraos,
Knock, knock, knocking in your mama´s door

Thursday, July 26, 2007

Ideas pequeñas

- Ay, hija, cómo te pareces a tu madre - Dijo mientras la vestía.
Y era verdad, todos los esqueletos se parecen.

--

Grigor Gukovsky era un asesino que amueblaba su casa con los restos de sus víctimas. Una noche, contemplando su última obra (Un cuadro cuyo lienzo era de piel humana), le pareció que éste le hablaba.
- Oh, Dios mío - pensó - Debo estar volviéndome loco.

--

Todos los años, por las mismas fechas, en el mismo escritorio de la vieja casa de la familia aparece la Declaración de la Renta de Don Ignacio Vista, perfectamente cumplimentada, con la letra de un hombre muerto hace diez años.

Introducción, intromisión, introspección, desinhibición

- ¡Francesco, Francesco!
- ¿Qué quieres ahora, filio di putana? ¿No ves que me estoy haciendo una paja mientras leo estos polvorientos escritos?
- Deja ya de anteponer el adjetivo al verbo, Roberto lo ha dicho.
- ¿Qué Roberto?
- Roberto, el confuso. Dice que quiere hacer chistes, que se acabaron las intelectualidades, que dejemos lo que estemos haciendo y nos tiremos por esa ventana de ahí.
- Hay escaleras.
- Dice que yendo por la ventana bajaremos más rápido.
- Dentro de cuatro historias se arrepentirá.
- Pero eso puede tardar un siglo.
- Qué va, aquí viene Agosto. Ya sabes lo que pasa en Agosto.
- No, ni idea.
- Pues no tengo ganas de explicártelo. En serio creí que nos había olvidado.
- Venga, vístete, que se acaban también los diálogos.
- ¿Y eso?
- Vuelve el barroco.
- A ver quien lo aguanta ahora.
- A ver.
- Menos mal que nunca cumple sus promesas.
- Pásame un cigarrillo.

Thursday, July 12, 2007

El ascenso

A los tontos con suerte.

- Lépido, amigo.
- Oh, por favor.
- Sí, amigo. Familia incluso, pues yo le tengo en alta estima.
- Señor, usted me honra, lo único que yo busco es serle útil.
- Lépido, es usted mucho más que un fiel empleado. Yo sería inútil sin usted, porque sólo sé dar órdenes. Por eso necesito de personas diligentes que las ejecuten con su perfeccionismo, con su afán.
- Señor, por favor.
- Amigo Lépido, es por eso que he pensado en usted para un ascenso.
- Oh, Señor, ¿por qué? Yo no espero más que su reconocimiento.
- Pero trabaja usted tan bien.
- Gracias.
- Sin duda, la pieza angular de mi equipo.
- Muchas gracias.
- No habría empresa sin usted.
- Va a hacer que me ruborice.
- No, Lépido, no, no agache la cabeza con ese servilismo. Podemos mirarnos como iguales, porque va a ser usted nombrado jefe de sección.
- Muchísimas gracias, señor. Muchas, muchas gracias. Sabe que ésa ha sido desde siempre mi mayor aspiración.
- Pero antes...
- Dígame.
- Antes quiero que me limpie los zapatos que llevo puestos.
- ¿Con la lengua?
- Como siempre, Lépido.
-...
- Eso, eso, muy bien, siga usted lamiendo. Y no le pase como la otra vez, que no hizo usted más que mojar la porquería de mi bota.
Es usted un gran amigo mío, pero la memoria también es importante ¿no cree?

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Otoño era la más perversa, tenía una lengua pálida y era de teta pequeña pero cómoda montura, pues todos los orificios de su cuerpo eran tan flexibles como sensibles. Primavera era la alegre y la que mejor la chupaba, su pelo era tan largo que podía cubrir sus pechos, siempre estaba sonriendo, salvo cuando la estaba mamando, entonces tenía otra expresión en su rostro.
Invierno era una rubia de ojos azules que nunca se entregaba del todo, pero que compensaba su frialdad, sobradamente, con una técnica aprendida de los mejores maestros en la materia.
Y Verano era la mulata ardiente, la salvaje que clavaba las uñas en la espalda.
Entre aquellas cuatro bellezas, se hallaba Gordo Sádico, un ser de apariencia repulsiva, con un ojo notoriamente mayor que el otro, sin cejas ni pestañas, la boca en un mohín permanente de disgusto por una parálisis facial que sufrió mientras hacía la declaración de la renta, no tenía más pelo en su cuerpo que el del pecho, una espesa melena en la que habían quedado pegados trozos de hojaldre de su último desayuno, y el de los huevos, tan largo que había que apartarlo con la mano para que se pudiera ver su "palito del amor" en erección.
Gordo-Sádico las había conquistado a todas, una a una, a pesar de su odiosa personalidad, de que no tenía más dinero que el que les exigía a las chicas (Pues ellas eran quienes lo mantenían). Era un amante pésimo y, en sus ratos libres, se dedicaba a torturar animales pequeños que capturaba cerca de los bidones de basura. Todas las noches exigía a sus mujeres que satisficieran sus bajos instintos (Dignos del mismísmo Calígula) y ellas trataban de complacerlo en todo, a cambio de una sonrisa de aprobación que nunca llegaba.
Terminaba en la suite reservada con el dinero de Otoño una de esas repugnantes fiestas cuando, mientras Gordo Sádico echaba una majada descomunal en el váter (No tiraría de la cadena) Primavera, con su eterna sonrisa, preguntó a Invierno:
- Lo he estado pensando. No sé si él es lo que más nos conviene. Porque es que, a veces, no entiendo muy bien que es lo que nos gusta tanto. No sé.
Verano se adelantó a la interpelada, respondiendo:
- Pues si quieres dejarlo... así habrá más para nosotras.

Desde el interior del baño, Gordo Sádico le echa una última sonrisa desdentada a sus heces, luego se mira en el espejo. Se ve maravilloso, pero no quiere arriesgarse. Coge el bote de desodorante, y se perfuma, por tercera vez aquella noche, las axilas con el spray.
Es verdad lo que dicen los anuncios - Medita mientras vuelve a la cama donde Verano lo espera con el papel higiénico.