Tuesday, August 30, 2011

Te toca

- Éste es mi motor de hierba lúcida, chico. Ganarás a miradas, te pondrás pretencioso, desvirtuado, lírico. Ya sé que eres el orgullo de las viejas de tu pueblo, pero te mereces algo como esto. Es único, es onírico, tiene la piel por dentro y el corazón por fuera y mata... como si fuera a salvarte, canijo.
- Yo no tomo drogas, señor. Son malas para el espíritu, diezman los recuerdos. Puedo ofrecerle esta Biblia y esta magdalena como le ofrezco la salvación si la acepta.
- Tu dulce es ruina. Déjame darte algo para disiparte. Ala sobre ala, batida de halcón entre las palomas. Mira - Le muestra una bolsa con polvos verdes - del bueno, nada de esa merde para limpiar cabezas que te ofrecen los que buscan las monedas olvidadadas en los suelos donde las tragaperras sueñan.
- Alucinante ¿Es eso un gusano fiscalizador?
- "La maña de la araña" lo llaman. Te ata cuerdecitas a las neuronas, y así el placer juega a ser tarzán por tu cerebro.
- Yo no debería, pero creo que ése me está mirando.
- Le has caído bien, hombre, si ya sabía yo que eras legal. Te ofrezco dos por el mejor precio que vas a encontrar: mi alegría por conocer a un nuevo compañero.
- Venga, vale.
La mano temblorosa se introduce en la bolsa y saca al animalito, que se enrosca sobre sí mismo para protegerse. Su carne viaja hasta el estómago del joven, disparando luces que iluminan su cuello.
- Dios santo. - Entonces la tierra se abre y el mismo gusano emerge, multiplicado su tamaño hasta alcanzar la estatura de un edificio de dos pisos. Una boca imposible pronuncia palabras que sólo un minuto después son comprendidas:
- Soy el Yagi-Morogui, dueño de las profundidades de la tripa de Goloshoki, el ser que puede ser nombrado pero sólo los días impares. Tú eres un estúpido mortal que me has invocado a mí, tenia sagrada, para tu entretenimiento. ¿Cómo has osad...
- Señor... Yagi.... yo no quería... yo no sabía... aquel hombre...
- ¡No interrumpas, mortal!
- Sí, Señor.
- Ahora... jugaremos a las damas.
- ¿Qué?
- Sí.
- ¿Qué?
- A las damas, me gusta jugar a las damas.
- Pero... usted no tiene brazos.
- Tú moverás mis fichas.
- Soy víctima de un colocón...
- Desde luego, y vamos a jugar a las damas.
- ¿Por cuánto tiempo?
- Por toda la Eternidad. Ja ja ja ja ja ja...

Las risas del gusano no dejaron oír los gritos de Nicolás, quien anticipaba el terror de encontrarse sin ninguna variedad de juegos de mesa con los que llegar hasta el fin de los tiempos. Y lo peor es que el ominoso parásito intestinal era muy mal perdedor y la emprendía a coletazos a la mínima de cambio.

- Debí quedarme con mi magdalena.
...
- Te toca.