Tuesday, October 03, 2006

Buenas ideas

Me condujo suavemente hacia la habitación del fondo, antes no había parado de decirme la suerte que había tenido de encontrar a un alumno como yo, con mi inteligencia y sensibilidad para entender sus clases.
- Y ahora te enseñaré una faceta mía que pocos conocen.
Era su cuarto amplio, decorado con maderas de roble. Los muebles los había heredado de su padre, como me dijo después, y eran de cierta antigüedad y valor. Me pidió que me sentara en una silla que había frente a su mesa, desde la que contemplé su calva sonrosada y luminosa gracias a la ventana de la izquierda.
- Ésta es mi verdadera vocación - Dijo mientras sacaba una carpeta azul de un cajón del escritorio - Mira, estos son los primeros relatos que escribí, yo tendría unos ocho años. Y aquí tengo más, esta carpeta contiene poesías y cuentos que llegan hasta mis trece o catorce años.
Eché un vistazo rápido, comprobando que, a pesar de haber sido escritos por un niño, mostraban un ritmo constante a través de la narración y, en los últimos de la carpeta se apreciaba cierta musicalidad en la cadencia de los párrafos.
- Y aquí tengo más, prácticamente hasta el 81, tendría yo unos veintidós o veintitrés años. Mira, éste ganó un premio, va sobre un pescador que un día no se ve reflejado en el agua y empieza a remar siguiendo la corriente del río porque cree que las aguas han arrastrado su alma hacia el mar.
Pasaba las hojas de sus libretas con cierta desgana, intentando reflejar lo poco que me importaba aquéllo y dándome cuenta del error que había supuesto acompañar a aquel viejo catedrático a su casa, sólo por ver si haciéndole la rosca me subía algo la nota.
- Fue con veintiséis años que decidí empezar mi gran obra.
- ¿Su gran obra? - Pregunté, mecánicamente.
- Llevo más de veinte años recogiendo frases, ideas que condenso, sin rebasar jamás las veinte palabras. Soy muy exigente conmigo mismo, y el criterio excluye gran parte de lo que pienso o imagino de poder ser reflejado en mi gran obra. Cada folio de la pila que ves apoyada en el archivador contiene uno de mis pensamientos. Puedes leer algunos, si te apetece.
Me levanté para recoger parte del montón de folios, algunos de los cuales amarilleaban un poco por sus bordes. Y comprobé que, ciertamente, no había más que una oración por cada hoja. Escrita a veces en mitad y otras al principio de la página, me sorprendió vivamente la belleza, en cuanto a estilo y profundidad, de lo que allí había escrito. Hasta el punto que llegué a olvidarme del profesor, y me vi a mi mismo devorando la brevedad de las descripciones, de las sentencias filosóficas y de los desperdigados versos.
Pude terminar, después de un tiempo indeterminado (Tanto me había absorbido la lectura), y miré de nuevo al viejo profesor, emocionado y sin saber qué decir. Fue el quien rompió el silencio:
- ¿Son buenos, verdad?
- Prácticamente perfectos.
- Pero nunca verán la luz, porque se me ha olvidado cómo unirlos. Puedo contener toda la belleza del mundo en una idea. Pero hace más de veinte años que no sé describir nada con más de una oración.
- Y quizá sea suficiente.
- O quizá sea demasiado - dijo con un humor que no comprendí - Es un poco tarde y tengo que preparar la clase de mañana, no quiero parecer grosero, pero...
- Hasta mañana, profesor.
- Hasta mañana.
Fuera hacía un tiempo húmedo, era una noche un poco neblinosa y sin luna. Me dirigí hacia mi casa, apretando el paso, deseando llegar a mi propio dormitorio, a mi propio escritorio, desde el que narraría mi encuentro. Pero cuando llegué y quise hacerlo, no pude. Todo lo que se me ocurría era una frase, cuatro palabras que no podía o no sabía ampliar a una página o elevar a descripción. Lo atribuyo a mi nerviosismo natural y a mi facilidad para sugestionarme bajo determinadas circunstancias, pues no me libre de mi fijación hasta la mañana del día siguiente, en la que relaté lo que lees ahora, en sustitución de lo único que acertaba a escribir la noche anterior:
"Y él estaba allí"

3 Comments:

Blogger duyulini said...

¡Cáspita! No esperaba esto de ti: rechazas a la chavala cibernética del otro relato para camelarte a un soltero y calvo catedrático XXDD
No, ya en serio. Está bien el relato; tiene un toque melancólico que le aporta interés. Sólo se echa en falta que cites alguna de esas frases que recopilaba el profesor.
Por cierto, no entiendo muy bien a qué se refiere al final cuando dice lo de "Y él estaba allí".

9:56 AM  
Blogger Raepertum said...

"Y él estaba allí, enseñándome el miembro"

11:38 AM  
Anonymous Anonymous said...

"Y él estaba allí, pegandome chicles en el culo"

6:38 AM  

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