Saturday, June 20, 2015

Demasiada puta ira

Un bebé es el bulbo impermeable que chorrea sonido ácido, un jodefiestas, una ruina para la edad de mejor no mires atrás que te pones triste. Violarse los sentidos vale un rato, ya se ha dicho un millón de veces, pero si hay una cura definitiva es matar.
Así que, cuando el bruto del mojapuñales puso al niño en la catapulta, yo estuve entre los que sonreía sin aplaudir, igual que cuando se habla de lubricar frustraciones con sangre de diputado. La diferencia, probablemente, esté en que el maniqueísmo se me fue a los dieciséis. Ahora estoy más cómodo planeando guerras totales en la mente.
También está la belleza. Pero es escasa y una mierda. No se encuentra si no es doblando los ojos, no se puede mostrar sin convertirla en pornografía. Así que, ante los inconvenientes de matar, y el que lo demás es inabarcable o efímero, sale el instinto controlador y toca agobiarse proyectándose en el resto, creando una contradicción que te impide vivir tu propio tiempo.
Ante todo un liberal es un tipo que dice que quiere la libertad de todos cuando sólo teme por la suya. Un liberal es un paranoico con razón, que es la peor especie de paranoico que existe. Queremos frenar las vueltas que da el mundo con riendas rotas. Alguien entendió que para no contradecirse había que hacerse al monte, pero después de montar una cabaña con cuatro tablas, con silbidos del viento contra el atrapasueños y oso voraz esperando en la puerta incluidos, huía a las escaleras de la oficina de correos para reivindicar no sé qué. No me engaño, si a las izquierdas se las acusa con mucha razón de resentimiento e hipocresía, si de las derechas se puede decir que son involucionistas e hipócritas, los liberales también somos de los de decir una cosa y querer practicar otra.
Porque las esferas privadas no son autocontenidas, no hay una diferenciación tan clara entre lo tuyo y lo mío como para que quepa la hoja de un cuchillo como límite. Y esto es lo que jode cualquier intento de acabar con la arbitrariedad.
Si pudiera dejarme llevar... si pudiera no caer en ninguna trampa sin caer como un imbécil. Si pudiera no querer, no odiar, no tener miedo. El miedo está avanzando mucho últimamente. Sabía cómo jugar con él, sabía cómo parecer que caía de pie, pero se me está olvidando. Me pregunto si los demás también sienten miedo. Si se preocupan tanto, si se amargan tanto, si frenan la lengua para no quedar como patéticos bufones necesitados.
Todo está mediado por las buenas maneras. En el imperio del amor protocolario. Me imagino al Dios de nuestro mundo como un gigantesco bebé ensangrentado, en cuyo estómago translúcido se puede ver a rémoras bailando contra una luz carmesí. Imaginad por un momento que cayera una tormenta y cada rayo quedara congelado en el espacio que atraviesa. Y se convirtiera en una neurona. Y así millones y millones de veces, con un cielo que piensa, encendido por el intercambio de ideas.
Hace poco me recomendaron que tomara las oportunidad que se me ofrecen sin pensarlo dos veces. ¿Y si esas oportunidades no llegan?

Saturday, June 06, 2015

Había un animal

Otorga y rescinde,
golpes en el crudo metal
Grecia difusa, piraña
perpetuidad.
La mente cuadra
gallo sin voz
la tarde se acuesta en tus ojos
sello de arena, no
abraza el paso una orilla.
Miro a través,
del camino trazado
de lo disperso
lo fugitivo olvidado.
Cuando cierro los ojos,
tu voz desaparece,
las manos pierden su olfato.
Había un animal
en alguna parte.