Tuesday, January 28, 2014

Yo tenía sueños...

...y hoy se han roto. Sucedió lo más terrible: Perdí la tarjeta de descuento del Carrefour. La que iba acumulando ahorro con cada compra, la que nunca jamás descargué porque soñaba:
Algún día iba a sonar una alarma y una luz intermitente se encendería en el techo, encima del sitio exacto donde estuviera comprando. Y él bajaría. Bajaría vestido con uniforme de gala. Con un sable y galones con forma de logotipo comercial. Sonriendo. Todas las cajeras vueltas hacia mí. Algunas arreglándose precipitadamente el pelo en la escasamente reflectante superficie del escáner. El resto de compradores sorprendidos y curiosos. Pero Mr. Carrefour lo explicaría en un momento:
- ¿Es usted el poseedor de esta tarjeta de descuento?
- Sí.
- No ha dejado de pasar una compra por aquí ¿no?
- No.
- Pero nunca ha gastado el saldo. Nunca ha disfrutado de nuestros descuentos para clientes fieles.
- No.
- Usted se merece un premio muy especial, por haber apostado así por nuestros supermercados.
- ¿Sí?
- Desde luego, amigo.
Y entonces todo sería evidente. Las cajeras del Carrefour, una a una, se presentarían ante mí.
- Cada una de ellas tiene un compromiso con la empresa, y le concederán una cita para que puedan conocerse mejor, a no ser que sea usted casado. - Proseguiría el personaje que de algún lugar habría sacado el cetro con el que las iba señalando, diciendo sus nombres y ponderando sus atributos mientras el himno de la marca sonaba vivamente por los altavoces.
- No soy casado.
- Me extraña, un hombre tan comprometido con los valores de nuestra empresa...
No conectaría con las trece primeras. Alguna sonreiría demasiado. Otra querría cambiarme antes de conocerme. Otra no sabría qué era Star Trek ni sería capaz de entender porqué los valores éticos contenidos en la serie son también los míos.
Pero ella acabaría llegando. Imaginad como yo lo hago su timidez al conocerme. Su adorable manera de llamarme Antonio-Chan. Pensad en cómo se ruborizaría al decirle lo guapa que estaba y cón qué gracia reiría mi imitación de cada uno de los 649 Pokemon, en rápida sucesión.
Y entonces, la bomba. De repente su gesto cambiaría, sus ojos se ensombrecerían y empezaría a llorar.
- ¿Qué te pasa? ¿He dicho algo que te haya ofendido?
- No, no. Es que... no he sido totalmente sincera contigo.
- Sea lo que sea - diría yo con voz profunda y cogiéndole las manos - lo superaremos juntos.
- Mi padre nunca dejará que estemos juntos.
Un trueno sonaría dentro de mi cabeza y, sin saber qué decir, seguiría mirándola. Sus rizos, o su precioso cabello liso. Está claro que sería un poco más pequeña que yo. Delgadita pero con buena delantera (Sin pasarse tampoco, que luego todo se cae).
- Él - proseguiría - me hizo prometerle a la muerte de mi madre que nunca jamás lo abandonaría. Es un viejo egoísta - concluiría entre sollozos, enterrando sus preciosos ojos achinados tras las manos.
- Yo hablaré con él - Dije con convicción. - Seguro que no puede ser tan malo.
- ¿Harías eso por mí?
- Por supuesto.
- Oh, Antonio-Chan, te amo y pienso acceder a todas las aberraciones sexuales que se te ocurran. -
Con una inclinación rápida de cabeza mostré mi aprobación a lo que se me decía.

Al día siguiente sería presentado. Mi querida cajera y heredera única de la fortuna familiar nos presentaría. Mi suegro, vestido únicamente con un batín, mostraría su hostilidad desde el primer momento:
- ¿Quién es éste y cómo se gana la vida?
- Papá, él es Antonio-Chan y es un gran artista.
- ¿Quieres decir que no tiene trabajo? ¿Y de qué vive?
Era la línea que esperaba. En ese momento me quitaría la chistera y de ella empezarían a brotar arco-iris. Entonces comenzaría la transformación: Mis brazos y mis piernas endurecidos hasta tener la consistencia del metal, una parte de mi muslo se separaría para formar una pistola de rayos cósmicos y acompañado por la música de una guitarra eléctrica, en un rápido giro quedaría transformado:
- Él es... él es... - Señalaría mi futuro suegro con incredulidad - ¡Ultra Híper Man!
- ¡Oh, Antonio-Chan! Eres quien tantas veces me ha salvado de los monstruos cinéticos del espacio probable. Jamás lo hubiera supuesto.
- Es normal que no te dieras cuenta. Cuando me transformo, me crece pelo nuevo y adelgazo cuarenta kilos.
Para entonces mi futuro suegro ya habría sacado aparatosos álbumes de fotos donde se me vería en acción: Combatiendo despiadadamente a enemigos de la Humanidad, desviando meteoritos de su trayectoria y recibiendo en diversas ocasiones la llave de la ciudad.
- Será para mí un honor tenerte como yerno. - No dejaría de hacerme reverencias.
Y unos meses más tarde me casaría.
...
Pero todas mis ilusiones se han desvanecido como la sombra de una mirada. He perdido el saldo acumulado de mi tarjeta Carrefour. Ayer volví a comprar. La cajera (Nada que ver con mi futuro amor) me preguntó mecánicamente si disponía de ella:
- No. Tenía una, pero la perdí.
- Si tiene algo de tiempo, podemos solicitarle una nueva, pero perderá el saldo acumulado.
- Está bien.
Rellené los papeles y me alejé con mi compra. Sentí su mirada en la espalda mientras me alejaba, perdiéndose mi silueta en el horizonte artificial, entre las muchachas jóvenes que iban de una tienda de ropa a otra.
Paré un momento para ver mi nueva tarjeta y la apreté con fuerza. Una luna apareció con la cara de mi amada sobreimpresa en ella:
- Algún día te encontraré y entonces estaremos juntos para siempre.
- Caballero ¿Puede apartarse? Necesito coger un carrito.
- Sí. Disculpe.