Sunday, April 22, 2018

Twitterland

Por muchos... guiones que metas entre las palabras y por mucho que se invoquen pasados y tierras, que se finjan indignaciones y que se hable, y se hable, y se hable... no hay manera de escapar de esta sensación de realidad emulada, de enorme vacío chocando contra vacío. Es... es una estupidez seguir fingiendo que se pueden cambiar las cosas a fuerza de nombrarlas de distintas maneras. Aunque hay quien ve una amenaza orwelliana en todo este afán por joder por el culo al lenguaje.
No parecen darse cuenta de que estamos ya mucho más allá de eso porque no hay un centro. Y no hay un centro porque todo es una enorme interferencia que se superpone a otra, es como una distorsión contínua y no es porque la mente se construya con la lengua. No, ni es la disolución del significado. Es más bien la colisión de los significados a medio disolver, si eso tiene algún sentido... es el transportar a un terreno extraño una guerra entre bandos de muertos. Y se sigue sin apreciar el silencio.
Crisis de valores... ya. O sea, crisis de tus valores y valores sustitutivos también en crisis. No variedad de valores ni relatividad. Crisis, crisis. Estatuas derrumbándose, palacios usados como urinarios, el ser humano degradado a... yo qué sé... ni animalizado siquiera. Ni cosificado tampoco. Es desdibujado, indefinido. ¿Y qué esperaban? Cada vez más gente con un altavoz, ya es que da igual en qué número pongas el volumen del tuyo. No se te va a oír.
Y aún así hay gente que está en el conservadurismo y otros que se creen esa especie de teoría de la conspiración que algunos toman por inteligencia y empiezan a alinearse con modas que tienen unas resonancias históricas que ellos niegan porque lo suyo es una revolución y no tirar pedazos de cadáver perfumado a los cerdos. Qué gran estupidez polifónica.
Luego, si alguien se preguntara, porqué... ¿Por qué? ¿Por qué se supone que muchos dejan o dejamos de hablar de esas grandes cosas que orientaron siempre al hombre y nos fijamos en el método, en el detalle? Me he vuelto picajoso con los procedimientos y ahora ignoro la Verdad casi deliberadamente. ¿Por falta de honestidad? No, por honestidad. Porque esto no va a retroceder al tiempo en que sabíamos dónde andaba el Norte. Cada vez será más difícil mover a la gente. Es bueno eso en cierta medida. Y esto no es porque Facebook nos arrastre o porque nos veamos movidos por un nihilismo que nace en la tecnología. Somos nosotros de principio a fin. Nos dejamos mover porque nos gusta que nos muevan y, al final, puede que eso sea lo común a todos nosotros y el que crea que será Rey puede que tarde demasiado en darse cuenta de que vivimos en la época en que ser Rey no te hace nada. Porque las monarquías no valen un carajo en Twitterland.