Sunday, March 11, 2007

Una historia de Súper Héroes

Los periodistas lo asaltaron, a la salida de la escuela en llamas:
- Sr. Escupitajo Gigante, Moira McTagger, para las Action News: ¿Cómo se siente después de haber salvado la Escuela Maloy de este abyecto y publicitado ataque terrorista?
- Era mi deber, estoy satisfecho por haberlo cumplido sin que se hayan producido bajas.
- Escupitajo Gigante, Escupitajo Gigante ¿Qué tienes que decirle a todos los que criticaron, en su día, tu calidad como Súper-Héroe?
- Verá, siempre me ha parecido que la vanidad es para los necios. Entendí en su momento que otros primaran el nombre o la supuesta calidad de mis poderes por encima de mi voluntad de ayudar a la buena gente de este país, que es inquebrantable.
- ¿Y de su polémica con Aquaman? ¿Cómo le sentó que no le admitieran en la Liga de la Justicia?
- Bueno, ése es un tema en el que no...

La televisión se apagó, y la mujer de John Juniper, alias Escupitajo Gigante, lo abrazó con ternura y le dijo:
- Lo has hecho muy bien, John, salvaste a aquellos niños.
- Sí, pero, si te digo la verdad, no creo que deba seguir.
- ¿Ahora que todo el mundo te admira y te respeta? ¿Ahora que tienes lo que quieres, que has demostrado lo que vales, después de tanta burla?
- Es posible que haya ganado el respeto de mis colegas, y la admiración de los niños, pero la victoria no me hubiera resultado tan fácil si el secuestrador no hubiera sido Aprensivo-Man.

Y aquí termina mi reflexión sobre el heroísmo.

Lívida-Lírica

Cuando todo se convierte en desorden y en alusiones a la infancia y la imaginación ya sigue los caudales de una épica conocida y todos sabremos que cortaré abruptamente el relato, para que parezca que no quiero continuarlo, porque la verdad es que no puedo y juegue un poco con la sintaxis y busque un adjetivo que no case perfectamente, o enlace muchos en sentencias largas, aludiendo quizá a situaciones que reflejan escenas de películas, esquematizadas, invertidas, irreconocibles y os las haga pasar por metáforas y anhele secretamente que me imiten, para poder señalar con un dedo muy largo, para que parezca que no lo estoy haciendo otra vez porque lo que nadie sabe es que sigo trabajando en aquel proyecto que va creciendo y necesita orden, que va a ser una de las peores novelas que yo haya leído pero que ha cambiado de protagonista la semana pasada y yo esté muy contento por mi aprobado en Lengua Inglesa y todo eso, pero esta vez no me baste porque esté en juego casi mi autoestima y últimamente no andamos sobrados de nada porque está casi todo invertido en valores a largo plazo que me fallarán seguro, ya estoy otra vez. Entonces... Mierda, se me ha olvidado.

Déjame dormir

No voy a despertarme, porque os daría el inmenso placer de verme con los ojos abiertos, y luego moviéndome en alguna dirección, con algo que hacer, o fingiendo que tengo algo que hacer, y preocupándome por el desayuno o impacientándome con los pájaros. Recuerdo a la mujer de la cafetería a través de la imaginación, trepando hasta su cara había una araña en cuyo pecho se veía el signo de la interrogación, la picaba, y se convertía, en mi ensueño, en una sombra. No os daré el placer de verme despierto, porque querréis que os cuente éstas y otras cosas y estoy mejor dentro de mí mismo, tocando el tambor o golpeando las paredes de mi consciencia. Me encanta soñar, no es desidia, es que me gusta desperdiciarme deslizándome por un tobogán interior hasta encontrar el ojo del huracán de la nada.
Pero vosotros sí queréis verme disimular que no estamos huecos, vosotros querréis llenar mi vacío con papeles rosados, impresos infinitos, valores fáciles o rebeliones igualmente fáciles. Porque si un engranaje falla, puede que le sigan otros y vuestro país se llene de gente mirándose el ombligo a la puerta de los congresos, los juzgados, los bancos y los Bares. Si os fallo en vuestro manual de Antropología, si no sabéis seguir el ritmo de un nuevo "dejar hacer" a la decadencia que le come los bordes de las orejas a las abuelas mohosas, secas en sus mecedoras de infinito movimiento. Si os fallo, querréis llamarme loco y me convertiré en un problema moral que resolver, de esos que un sistema eficiente absorbe con dificultad.
Pero no queremos eso ninguno, me encanta quejarme mientras paso de vosotros. Sólo dejadme en paz, prometo que volveré a pertenecer a mi clase mañana martes.

Pulsera de espinos

Me gustan las mujeres furiosas, que sean como una fiera con las garras retráctiles, acariciar con los labios su cuello mientras intentan morderme y sentir mi sangre manchando su cara. Y que me duela, que te duela, que no nos queramos menos por ello.
O las intelectuales dolidas con el mundo, las feas de la clase, con ojos tristes de miradas negras a través de sus lentillas. Que las lentillas caigan, el amor perdure, lanzar una moneda para no pensar. Un día desaparecer, para que el amor quede flotando y que avise a otras gatas de mi celo.
Estoy hablando como un loco, pero te quiero, mujer-lobo, voy a morir porque es lo justo, las palabras las dejo escritas, tan sólo, para condenar una de tus tres naturalezas.
La que intenta parar, e incluso reza.

Mi cadáver fue encontrado en la montaña. Te odio cuando rezas.

Despiertas y desayunas

Aquel fue el primer día en que J.A. se levantó apático. Luego vendrían otros muchos. La triste cafetera sobre el rojo de la vitrocerámica calentaba su contenido silenciosamente y J.A. echaba débiles miradas al periódico. Hacía no tanto que escribía para uno igual al que sostenía su mano. Su zapatilla izquierda echó pies y fue a esconderse debajo del sofá mientras J.A. continuaba mirando a través del periódico el suelo de la cocina y la cafetera, quizá por efecto del calor, se hacía cada vez más grande. Suspiró levemente, dejó el periódico encima de la mesa de la cocina y fue en busca de su zapatilla, que asomaba su lengueta y se movía furiosamente contra la altura del sofá de la salita, intentando ocultarse bajo él.
La cafetera seguía creciendo, era ya como una mesita de grande y si seguía así, acabaría chocando contra el techo de la cocina. En la mesa, del periódico que descansaba, empezaron a estirarse y a escurrirse las letras, cayendo sobre el suelo en un goteo audible. J.A. consiguió rescatar la zapatilla, polvorienta porque bajo aquel sofá se barría una vez cada dos semanas, gracias a lo cual crecían nuevas especies de ácaros filósofos entre sus transversales muelles.
Tenía la estatura de un potro la cafetera, y casi relinchaba. J.A. se calzó la zapatilla rebelde y fue a por la fregona, dado que el suelo de la cocina estaba lleno de letras que no formaban ningún mensaje reconocible y no soportaba el caos. El periódico era ahora un papel blanco enrollado. Y después de tirar la tinta negra que quedó en el cubo al váter, tuvo que tirar también el periódico, y retirar del calor la cafetera, que ya era tres veces como la casa y había abierto un agujero en el techo.
A través del agujero J.A. vio aves migratorias. Deseó ser una de ellas. Aquel fue el primer día apático de su vida. Luego vendrían otros muchos.

Monday, March 05, 2007

Si el hombre es su contrario

Mi mano era salada y, al besarla,
de tanto cazar sapos en el río,
transportado por el escalofrío
me diluí en la droga acariciada.

Y, entre delirios de muertes y naufragios
huí, caballo rojo, a la cordillera
y conocí a las mujeres bandoleras
y me hice defensor de sus agravios.

Descansaba mi niñez en otros temas
distintos a los que tratan mis iguales
tan sumidos en delirios genitales,
yo tan sordo a la llamada del Sistema.

No queda corazón que me delate,
elegí no retornar de este camino.
Quizá luche por ti, quizá me llames
cuando necesites del Sapo Radiactivo.

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La raíz unidireccionada de la hierba que pisan mis pies
con su húmeda extensión concuerda
con que al ahora que al después antecede
se le llame causa causada de la semilla.

Y si la semilla nació carne de su familia
la podremos llamar especie y nos decimos
que la entidad nace de su propio ciclo
más ciclo que es causal desde la nada.

A la causa incausada del origen de la hierba aplastada
la llamaremos Dios durmiente bajo nuestra suela.
Moralmente imposible, sin embargo
y obligatorio más allá de lo relativo.

Dios está, como otras veces,
a la sombra de una explicación indefendible
con su lanza esterilizada apuñalando
el origen de ambas, entidad e idea.

Lo irracional, que es donde la razón nos lleva
es tan consolador como la probada creencia
de que un Universo de animales invisibles
separa nuestras miradas perdidas.