Thursday, August 10, 2006

13

Hoy llevo los calcetines de distinto color. Uno muy azul, el otro casi morado. Me agacho y los miro, fascinado ante las miles de ramificaciones del hecho. Mi calcetín azul en el pie derecho. Y el que tira a morado en el izquierdo. Pienso en guerras. En dos bandos, cada uno de un color, que terminan su lucha reconciliándose en mis pies. Ahora los veo como símbolos de paz y concordia.
Pero voy un poco más allá ¿Por qué no es lo aceptado llevar cada calcetín de un color? Se asocia la belleza con la simetría, pero en el arte moderno, casi desde la aparición de la perspectiva, no vemos dos lados iguales. Y las mayores bellezas del planeta tienen un ojo más grande que el otro. Y el pene tira hacia donde escora el huevo más pesado.
Lo natural son las pequeñas asimetrías, nuestra aspiración a eliminarlas resulta artificiosa. Miro hacia mis pies, convertidos ahora en rebeldes a los clichés de belleza de una Sociedad prostituida.
Puedo centrar mi atención en uno sólo de ellos, pasarla luego al otro y deleitarme con su individualismo. Ellos, pies hermanos, ahora son más especiales porque tienen algo que los distinga dentro de su pequeña especie. Cada uno de mis tobillos termina en un color, en una posibilidad distinta, de la que quizá disfrute el artista ante el lienzo, planteándose pintar el cieloo el anorak de una niña pequeña que juega en el río.
Sin ser radicales porque, si no, no podrían ser azules ni lisos, demuestran que no existe originalidad sin un mínimo grado de violencia.
Qué grandes son mis calcetines, señalados por el descuido de su dueño, porque esto no fue premeditado y es ahí donde me duele. Si alguno de estos observadores que andan por ahí, catalogando a la gente según lo que llevan encima, diera cuenta de mis pies y realizara la espuria observación de que llevo los calcetines de distinto color, yo sólo podría decir una cosa:
- Ups, qué descuido más tonto.
Y es probable que la próxima vez me fijara más en cuidar este absurdo detalle.

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