Cocohuahua!!!

No me hace gracia la pedofilia, el mariconeo, los zombies. Ya no me hacen gracia los chistes machistas, racistas, las distinciones, las alusiones frikis que entienden tres y por las que los demás ni se preguntan, no me hace gracia Satanás. Ya no me parece divertido que a un tío lo abduzcan para devolverlo después de tres meses a la tierra, con la cabeza en el lugar donde tenía el culo, no quiero escribir párrafos de reflexión fácil terminados en frase corta, no quiero imitarme a mí mismo, no quiero parodiar a nadie. No quiero jugar al escondite, ni presentar teologías alternativas. No soy conservador ya, reniego de este blog y de todo lo que contiene. Me gustaría no escribir como lo hago. No quiero perpetrar malos poemas, no quiero que nadie me consuele de la derrota, no quiero pensar en cuantos pelos tienes en el chocho, me da igual Ana Rosa Quintana. No daré pruebas de la cultura que me falta, no echo de menos a nadie ni tampoco me quiero ir al monte a reflexionar o pajearme. No me gusta criticar a los deportistas...
Pero como tampoco sé lo que realmente quiero, seguiré haciendo todas estas cosas.

Éramos cuatro cretinos que nos íbamos a emborrachar, a ver si follábamos con algo al final del día, sabíamos que se podía cansar a la mente y hacerla receptiva, todos teníamos nuestros prejuicios, por aquellos tiempos sólo conocíamos una manera de abatirlos.
En juicio justo, hubiéramos perdido, pero aquellas hembras estaban también dispuestas a algo y yo lancé un: Qué carajo, y todos se me quedaron mirando porque nunca era yo tan espontáneo. Y las mujeres seguían ahí con lo suyo. Aparecimos detrás suya y, sin ser conscientes de ello, las rodeamos y empezamos a hablar y nos enteramos de que estudiaban tres de ellas turismo y la otra era la fea así que tampoco me extenderé.
Y era todo perfecto y simulado, nos las llevamos desde ahí a otro sitio, que nos empezó a perseguir un mendigo loco unos metros al principio de la calle y yo ya estaba por decirles que se adelantaran que ahora los cogía. El loco hacía grandes aspavientos y decía no sé qué de Franco y de una medallita que llevaba al cuello.
Dio igual, porque seguimos a una discoteca que conocía alguno de éstos y estuvimos hasta las cuatro, y nos enrollamos y todo eso, y yo noté que la tía que tenía delante y que me besaba con aliento a güisqui rescatado de los restos de botellona ajena, quería otra cosa, y me empezaba a gustar, así que le fui a enseñar el coche, que lo tenía aparcado un poco más arriba del sitio en el que estábamos y si teníamos cuidado desde el sótano de mi casa no se oye nada.
Nos follábamos alegremente con la boca, éste es mi coche, no serás de ésos dijo y yo no la entendí, no le gustaba la luz azul, ni el cuero rojo, ni el alerón en forma de "v". No serás de ésas, la entendí yo un poco después. Nos seguimos enrollando un rato más, dentro. Pero a ella se le debió pasar el ciego, o se aburrió o le entró un ataque de incoherencia femenina. Cuando le quise bajar las bragas, me paró.
Nos besamos un poco más, la devolví a casa, estaba con la polla medio tiesa todavía y vi al mendigo loco meando contra un contenedor verde cuando bajaba a pie por la calle, para ver si todavía pillaba a alguno de éstos. Y me dije que todo hombre tiene derecho a su trofeo. Así que me fui para él y le pegué dos ostias, y se puso a sangrar, y a gritar, y lloró un poco, y lo tumbé en el suelo de otra leche, y le quité la medallita que llevaba.
Y me la llevé a mi casa, porque sí y porque ya lo he dicho antes, que todo hombre tiene derecho a su trofeo.