Sunday, August 06, 2006

18

Henry y Ottis llevaban varios kilómetros dentro del desierto que yacía en el gran lomo de Cthulhu. Aunque habían sido previsores antes de embarcarse en la aventura, llevaban el agua justa, e incluso las provisiones podían llegar a escasear en unos días. Ottis sostenía en una mano su viejo revólver B-40 modelo "Mataperros" y Henry le sonreía al viento como un idiota, precisamente lo que era.
- Oye, Ottis.
- Dime, Henry.
- Siendo millonario y todo eso ¿Por qué sigues llevando ese arma oxidada? Podrías comprarte un buen rifle láser, o una piedra-búmerang-fotosónica que hacen bonito cuando se la lanzas a alguien.
- Mira, Henry, hay dos formas de ver a mi mataperros. Puede que, por haber pasado tanto tiempo, ya no sea el arma que solía ser, o haya quedado obsoleta y convenga cambiarla. Por otra parte, y tal y como yo lo veo, si un objeto, en este caso un arma, ha durado tanto, es prueba de que posee una resistencia especial. El que haya llegado tan lejos es la razón de que siga siendo tan buen arma. Con ella no corro el riesgo de que me explote en las manos a los diez disparos.
- Pues yo estoy deseando probar ya mi nuevo arma, el lanza-monos 4.000.
- Sí, es graciosa, aunque la munición es un poco cara.
- Quien algo qui... Ottis, mira, allí.
Ottis dirigió la mirada hacia donde le señalaba Henry, y pudo distinguir la pequeña aldea, de dimensión no mayor a la de nueve cabañas, pero en la que, quizás, tenían la oportunidad de repostar y conseguir un mapa.
Tardaron una media hora andando, y rápidamente se dieron cuenta de que se trataba de un pueblo fantasma. Ni agua, ni mapas, ni comida.
- Pues vaya - Dijo Ottis. - Lo mejor que podríamos hacer sería quemar el lugar y darnos un poco por culo mientras quedamos hipnotizados por el crepitar de las llamas.
- Henry, no te salgas del personaje.
- Perdona.
- Oye, ¿no tienes la sensación de que alguien nos observa?
- La verdad es que sí, precisamente te lo iba a decir ahora.
De entre unos tablones tumbados contra la fachada de una de las chozas, emergió un hombre- escorpión, de no más de medio metro, con la cara deformada por dos prominencias, como las mandíbulas de una hormiga, de mitad de la espalda le emergía el aguijón y su conversación no resultaba especialmente interesante:
- Señoresssss, ayuuuuuuda.
- ¿Qué?
- Ayuuuuuuuda, por favooorrrrrr.
- ¿Quién eres, de dónde has salido, y que te hace pensar que te voy a dejar entrar en mi discoteca? - Preguntó Ottis.
- Nos atacarrrrrrrrrrron.
- ¿Quienes?
- Los hombresssssss piedrrrrra.
- Bueno, explícanoslo lentamente. Si podemos ayudar lo haremos, pero la verdad es que nos vendrían bien unas cuantas provisiones y, si es posible, un mapa. Aunque registrando el pueblo no hemos encontrado una mierda.
- Oh, eso es porque lo que queda del pppueblo, vive ahora en los ssssssssssssubterráneossssss.
- ¿Lo que queda de tu pueblo?
- Sssssssssssssí, yo, yo vivo en los subterrrrrrrrrrrraneos. Soy lo que qqqueda de mi pueblo, allí guardo los vvvvíveres.
- Bien, explícanos lo que pasó.
Extendiendo las sílabas todo lo que pudo, el hombre-escorpión les explicó que, hace unos años, un familiar suyo, en una exploración, había topado con uno de estos hombres piedra que lo habían atacado sin mediar palabra ni dejar lugar a la diplomacia. Éste hombre-bicho había vuelto al pueblo con dos patas y el aguijón roto después de descubrir que los hombres-piedra eran inmunes al veneno.
Y así había comenzado una guerra, pues antes de expirar, el magullado insextoide les había señalado el emplazamiento donde encontrar a sus agresores al resto de bichos.
Todo un ejército pereció contra ellos, nada se pudo hacer. Sólo sobrevivió él, estaba enfermo de parásitos cuando se declaró la guerra contra los hombres piedra.
Y ahora les proponía a nuestros héroes, a cambio de comida, que derrotaran a sus enemigos, él les acompañaría en la expedición.

Llegaron a las dos horas al claro:
- Miraddddddddd, allí, allí estánnnnnnnnnnn.
- ¿Quiénes? Yo sólo veo piedras - Observó Ottis.
- No, ssssssssssssson peligrosssssssssos.
Henry se aproximó, gigantescas lascas, cubiertas algunas de ellas por una sustancia pegajosa y restos de caparazón. Ni rastro de voluntad en ellas.
- Oye bicho, cuando dices que estas rocas os atacaron ¿A qué te refieres exactamente?
- Biennnnnnnnnnnnn, lo confesarrré. Fuimosssssssss nosotrosssss. Nosotrosssssssssss iniciamossssss la ofensiva, queríamos su territorío.
- Son piedras, no están vivas, no podrían haberos hecho daño, si no os hubiérais puesto a chocar contra ellas como idiotas.
- Quieressssssssss decir que no estánnnnnnnnn vivasssssssss.
- Exactamente.
- Así que hemosssssss ganado.
- Em.
- Hemosssssssssss ganado, sí, sabía que nuestra poderosa raza acabaría por imponersssssse.
- Bueno, vale - Ottis empezaba a aburrirse - Danos la comida que nos prometiste y nos marcharemos.
- Haré algo mejorrrrrrrrr. ¿habéis oído hablarrrrrrrr de un maravillosssssssso proceso llamado fotosíntessssssssis?
- Nosotros somos humanos, no podemos...
- Primero abrísssss la boca hacia el sssssssssol y luego...

(...)

- Pásame otra pata, Ottis.
- Toma, Henry.
- Está bueno, pero le falta algo de sal.
- Y el veneno le da un regusto raro en algunas partes a la carne,
- Sí.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Aprovecho la mención del boomerang para colar este chiste porque me hace ilusión:

--¿Cómo se llama un boomerang que no vuelve?

--palo

(: Ahora pensad en mi cara sonriente :)

3:21 PM  

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