Saturday, July 15, 2006

La mística del día después de la sangría

Claro que si piensas de manera filosa corres el riesgo de hacerle daño al que tienes delante, y si amas podrías encadenarte a un peso que te sumergiera a través del piso, y ahogarte. Pero no busques tampoco, porque los ojos se te pueden salir de las cuencas y no querer volver a saber nada de ti, y serás un vagabundo ciego.
Puedes quedarte sentado. Sí. Pero si te quedas sentado mucho tiempo, la arena húmeda que transporte el aire te cubrirá, y al secarse solidificará a tu alrededor y serás una estatua contra la que jueguen los niños.
Prueba a volar, nada malo le pasa al que vive unos centímetros por encima del suelo, rozando con los dedos de tus pies la tierra cuando necesites alimentarte de su juventud. Y así ir de un lado a otro, mirándonos a todos un poco por encima, hasta que alguien se moleste de tu altura y decida bajarte con un tiro, o encadenarte al mar para que no escapes.
La solución a la vida no es fácil, la mejor manera de pasarla es jugando al verdugo, al redentor, al personaje pero ¿y si no quieres ser mesías, ficticio o policía de tu Edad? Habrás de aceptar ese destino que empareja la vida con la muerte, y serás mortal hasta la última gota de tu sangre, y no habrá vela encendida en el conservatorio ante tu foto que te ayude a subir al cielo.
Vivir es amar, buscar, volar, meditar y hacer daño, la renuncia a estas prácticas ascendería tu espíritu hacia el paraíso, pero si nada de esto haces, tampoco tendrás nada que llevar. Así es el aire que respiramos.

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