Monday, July 03, 2006

Just in America

Seguí introduciéndome en el mundillo bancario hasta completar la definición de imbécil, y una vez que hasta los nudillos tuve morados, cuando dejé de respirar y estuve muerto vi claramente el origen del dolor que me consumía desde que conocí a la mujer de pezones negros.
Resucité otra vez en la cabaña, busqué entre los papeles un cigarrillo y lo encendí con los fuegos de San Telmo que salen de la explanada que rodea mi choza.
Introduje en la herida el cigarrillo, mi sangre prendió, ardí de dentro afuera.
Desperté a unos metros, tercera resurrección de la mañana. Salí con lentitud.
Cuando empezó a llover, yo ya me dirigía a la autopista, para descubrir entre la fauna, entre los asaltadores de camiones que se suben a los puentes de Roadstone Highway, al melancólico Zabuh.
- Qué lluvia más inoportuna.
Sentí cómo Zabuh intentaba iniciar una conversación. El oscuro pederasta que se afila los colmillos, que mira de reojo y roba a las ancianas, tan necesitado de charla como cualquier otro.
- No es buena para la descomposición de mi cuerpo, desde luego - comenté.
Y, acto seguido, salté desde el puente de la autopista.
Cuarta vez que me levanto del lecho vudú en el mismo día. La última semana estuve tirando mis cadáveres al depósito de agua municipal, hasta que lo clausuraron, contaminado.
Hice de Dummy hace un mes - He participado en varias guerras.
Iniciado peleas de bandas - Sólo me falta catapultarme al Espacio.
Volví a donde estaba Zabuh, de los labios le colgaba ahora un fino hilo de sangre, mezclada con saliva y Ron (Porque ya lo conocía). El cadáver mordido de un camionero a sus pies.
- ¿Sabes qué? Esto empieza a hacerse aburrido.
- Yo nunca me canso de este sabor.
- Subamos al camión.
Y juntos nos dirigimos hacia el Spin Bar, a codearnos con la aristocracia decadente y la chusma resentida.
El lugar era frío y húmedo, para que los hongos encontraran el ambiente propicio. Allí el demonio gustaba de aparecerse, y dejar embarazadas a algunas gatitas. Yo fui uno de los engendros que nacieron de dichas uniones pero me reformé, porque amaba las sutilezas y la ironía, y mi mayor placer siempre estuvo en reventar de originales maneras. En morir con buen gusto.
Aunque ahora me despierto siempre dejando una mancha mojada y verde en la cama. Aunque mi muerte definitiva vendría con tan solo entrar en una capilla.
Zabuh ya apretaba el cuchillo contra el cuello de una bailarina.
Yo me disparé un tiro en la cabeza.
Desperté encima del cadáver de otro hombre.
Cerré los ojos.
Y me eché a dormir.
Cuando desperté, estaba muerto otra vez.

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