Saturday, January 15, 2011

La culpa y las gerberas

Ella estaba, hasta hace cinco minutos, escondida entre líneas. Haciéndome cosquillas desde dentro de mis dedos y obligándome a escoger otras palabras. Me hacía inviable, me deshacía. Ella siempre es, siempre son ellas.
Yo pensaba (Y en esto me deberéis creer) que la violencia para el amor era como sangre encima de la tostada. Puede haber vino sin pasión o humedad sin entraña, no quiero al primero en mi mesa, ni al segundo mojando mi aliento. Te desvisto.
Has ganado mis celos, te quedas con mi preocupación, con mis miedos, como una estatua a la que intento desgarrar con las uñas. Aquel garaje gris, mis torpes manos buscando un centavo bajo tu falda. Un Emú despeinado.
Tengo tu aliento atrapado contra los dientes, me quedo con la culpa y las gerberas, con las clases de amor, con tus brazos rodeándome, arrancándome. Raíces brotando de las yemas, asimilándome, morir y renacer de tu vientre.
Voy recortando estas palabras, intentando darles el color del lazo que dibujas. Evidentemente, fracaso. Matar preposiciones no salva distancias aunque inmediatice la ruina y el amor, anclando tu nombre a un pesado verbo.
Te quiero, niña. Lo sabemos demasiado pronto. Sólo así o como enemigos, con una letra tan oscura que hace que los márgenes brillen y desaparezcan. Tus ojos. Ten piedad de tu esclavo.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Permíteme comentarte de la manera que menos te gusta.
“Una trampa de Coca cola y confesiones inconfesables.
Almorzar en un vegetariano con tu mirada perdida sobre mis hombros.
Una decepción de medianoche transformada en una visita de madrugada.
Verte correr tras el conejo blanco que buscaba su madriguera.
Llamar a la puerta de un barco. Beberte y besarte bajo la lluvia.
Llegar a Granada sin salir de Málaga.”
¿La realidad? Sí, gracias.

12:46 PM  

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