Wednesday, December 15, 2010

Olot

Una pulga se balancea en un pelo de su nariz, tiene la frente arrugada, el ojo que observa una izquierda infinita parece secarse tan rápido que el malestar le obliga a pestañear fuera de ritmo. Más tarde hay una boca, o unas entradas escalando el cráneo según la dirección que se elija. Chaleco naranja, uñas sucias, gafas de hace tres temporadas, mastica chicle.
Lejos de la literatura social, del aséptico y endogámico comunismo universitario, a enorme distancia conceptual del buen obrero, un futuro asesino masculla:
- Se van a enterar.
Y recoge su azada con la intención de deshumanizarse por completo. Avanza siete pasos hacia la orilla, donde un niño dibuja extravagancias con un palo. Pero sus objetivos son otros: Los hombres que flotan sobre su cabeza.
Porque alrededor de una mente tan pequeña sólo orbita la incomprensión, que la envidia no es un derecho. El arma se reconvierte en espada, y él es otro miembro del pelotón de los que se sienten olvidados. Los que no fueron valientes, ni inteligentes, ni buenos.
Con el mosquete en la mano, o el hacha o la pistola, rumiando una maldición contra quienes no le observan comprueba, con furor, que es pequeño y está sólo. Decide que la mejor manera de elevarse es hacer que ellos se hundan.
- Hoy quedaré satisfecho - Golpea. - Hoy romperé piernas, cobraré dientes, cortaré las espigas más altas (Que pertenecen al vecino) a ver si sufriendo todos el mismo hambre me despierta la sonrisa.
Hace daño, es inevitable que lo haga. Y aunque, cuando los ve caer no los encuentra tan distintos. Sigue golpeando, nada lo calma. Es muy feliz mojándose de sangre.

Cuando cree haber terminado, hunde el arma en la tierra y espera. El niño ya no dibuja, huyó con la primera sombra de la muerte. La playa no respira. Y él, aunque aún no lo sepa, ya casi no existe.
Monstruo.
Se ve reflejado en el mar como un hombre y no se explica.
Murió de hambre satisfecha. Sonreía.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home