Monday, September 06, 2010

La última aventura del Capitán Vacío

El Capitán Vacío pegó un saltito hasta el siguiente asteroide, y allí se sentó a meditar:
- Hoy estoy un poco ópera prima, me veo así como contaminado. Aquel último planeta no era sano del todo. Demasiados aguijones saliendo de los muros. Y yo ya tengo cincuenta, a lo mejor debería ir pensando en pasarle el agujero a otro.
En estas líneas se hallaba cuando un fogonazo distante atrajo su atención. A toda velocidad, en rumbo de colisión se aproximaba un hombre en pijama.
- Es el missil más raro que he visto en mi vida - pensó el héroe y echó a volar hacia aquella dirección.
Si consigo ponerme detrás, lo frenaré hasta ver qué es. - Pensó antes de colocarse tras la estela. Luego hizo succión con el pecho hasta que empezó a detenerse.
Sus ojos no le habían engañado, se trataba de un hombre en pijama, que parecía estar vivo a pesar de la velocidad con la que había sido disparado y la falta de atmósfera.
Con él a cuestas, volvió al satélite desde el que lo había visto todo y, sentado sobre una roca azul preguntó:
- ¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
El interpelado no respondió inmediatamente, parecía fascinado por el espectáculo del cielo infinito. Al final, dijo:
- Soy Carlos, y vengo de Zaragoza.
- ¿España?
- Sí. - Respondió Carlos distraídamente.
- ¿Y cómo has llegado hasta aquí?
- Ni idea. Bueno, yo estaba soñando... es obvio, llevo puesto el pijama.
- Topitos.
- Hubiera sido peor si fuese Verano. Me habrías tenido que interceptar estando en pelotas.
El Capitán Vacío asintió con su silencio.
- ¿Y tú quién eres? ¿Uno de esos superhéroes que están tan de moda?
- No sé si estoy muy de moda, soy el Capitán Vacío.
- No me suena.
- El Gobierno me contrató hace unos años para vigilar el tema de los meteoritos. Tengo el poder de atraer la materia a voluntad, lo que no era tan práctico ahí abajo como aquí arriba. Además, me gusta la soledad.
- Ya veo.
- Es un agujero que tengo en el pecho. Bueno también lo puedo abrir en el estómago, con el tiempo se ha hecho un poco más grande por el tema de la flaccidez.
- ¿Y no te aburres?
- A veces. Acabo de darme cuenta de una cosa.
- ¿Sí?
- Aquí no hay oxígeno. Yo no lo necesito, es parte de mis poderes, pero ¿Cómo es que tú tampoco?
- Ni idea. Te digo que soy de los que respiran. Hace unos cuatro años me metí demasiado profundo en la playa de la Caleta y por poco no lo cuento. Tuvieron que ir los vigilantes de la playa, y todo, precisamente porque me ahogaba. Un número.
- Todo esto es muy raro.
- Dijo el tipo del agujero negro en el pecho. La verdad es que aquí no se está tan mal, pero ¿De dónde sacas la comida?
- Me la mandan con cohetes, periódicamente.
- Todo lo tienes bien organizado.
- Sí.
- Por cierto ¿Cómo bajo?
- Pues eso estaba yo pensando, el caso es que podría intentar bajarte yo.
- ¿Cómo?
- Con el agujero. Si intentara absorber una masa muy superior a la mía, como la tierra. En lugar de atraer a ésta hacia mí, yo sería atraída hacia ella. Así es como vuelo.
- Eso suena a que me voy a marear. Además ¿Cómo evitamos la morrada?
- Una vez que estemos cayendo por acción de la gravedad terrestre, me fijo en la luna y abro un poco el agujero, una atracción compensa a otra y vamos bajando lentamente.
- Bueno, pues nada, hagámoslo.
- Sólo deja que haga mis estiramientos... ya tengo una edad.
- Oquei, yo echaré un último vistazo. Se ve bonita la tierra desde aquí.
- Sí. Venga, ya estoy listo. Súbete a mis hombros.

Y así, los dos hombres empezaron su viaje. Rompiendo la atracción gravitatoria de un satélite a la deriva, creando un surco en el espacio, entrando al fin en la atmósfera del planeta:
- Ésta es la parte crítica, aquí es donde tengo que calcular para frenar lo suficiente.
Contra el aire que arañaba a su alrededor, el Capitán Vacío se volvió sobre sí mismo y miró la luna. Pero entonces sucedió, que no fue capaz de abrir el pecho.
Seguían cayendo a tal velocidad, que Carlos empezó a gritar:
- ¡Ábrete! ¡Ábrete, maldita sea!
El Capitán seguía mirando, cayendo. No estaba distraído, era algo más. Estaba hipnotizado por la luna.
Como pudo, Carlos rodeó el cuerpo del Superhéroe y empezó a arañarle la barriga.
- ¿Cómo coño se abre esta cosa?
Pero ellos seguían cayendo.
Con el rostro iluminado por una farola, destrozados por el impacto, los cuerpos de dos hombres muertos en una calle sin nombre.

Al día siguiente, Carlos volvió al trabajo. Claro que entonces ya estaba partido por la mitad, y era sólo un torso flotante, con un agujero luminoso haciendo de boca.
En la oficina, todos le preguntaron:
- ¿Qué ha sido de tus piernas?
- ¿Qué ha sido de tu cabeza?
- ¿Qué ha sido de tus hombros?
- Pues no sé muy bien - Respondía el agujero - Porque yo siempre he tenido el cuerpo completo.
Hasta que uno le dijo:
- Mira que eres raro. Las cosas que te pasan.
A lo que Carlos respondió, airado:
- Pues anda que tú, que siempre te olvidas de la clave del correo electrónico...

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