Saturday, August 14, 2010

Quinto aniversario: Todavía estás verde

De un brinco me puse en pie:
- ¡Tenemos que estar preparados para el éxito!
Arranqué el paquete de cigarrillos de la pegajosa mesa, puse a Mark Knopfler más bajito y corrí.
En la puerta me esperaban todos mis enemigos, armados con causas de alergia. Ninguno me dio miedo, hasta que llegó mi némesis absoluto: El increíble hombre coñazo.
- ¿De qué vas, majadero?
- ¿Es tuyo esto? - Preguntó pesadamente mientras me enseñaba una página web rasgada y fláccida como un pañuelo.
- No, no es mío. No te va a gustar saber a quién se lo has robado.
El hombre coñazo agachó la cabeza, no sabiendo cómo responder. Y yo eché a correr entre sus matones.
El autobús lo pilotaba Henry. En el asiento de atrás, las moscas devoraban el cadáver de Liza y sonaba una extraña canción. Algun tipo medio aburrido, con unos pantalones gigantescos se me acercó:
- ¿No eres tú?
- No. Definitivamente, no soy yo.
- Entonces tengo que darte esto. - Y me alargó el número de los X-Men donde conocen por primera vez al Juggernaut.

Las imágenes se perseguían a través del cristal. Una rata salió desde dentro de un asiento, sólo para ser devorada por otra. Un arma cayó de unas manos de trapo, un cuervo voló con indiferencia sobre el techo, el alma de un caballo sonrió desde un bote de carne.
Uno de los pasajeros le preguntaba a otro:
- ¿Has estado alguna vez en la planta tercera?
- No, qué va.
- Dicen que tiene un archivador que llora...
- Y un lobo que canta como los ángeles...
Otro se levantó y empezó a gritar, mientras sostenía un bote de pastillas:
- ¡Sois todos fantasmas! ¡Fantasmas y locura, y no me podéis arañar porque no tenéis dedos que sostengan las uñas!
- ... y no me podés mirar porque no tenéis párpados, sino labios cosidos... - Terminé yo, lo que hizo que la furia histérica del hombre se desatara contra mí. Saltó dispuesto a matarme, por suerte alguien lo detuvo. No lo pude ver bien, juraría que tenía ojos de serpiente.
- De nada, jefe. - Una voz sibilante se perdió entre el humo que desprendía un cadáver silbador.
- Estamos llegando a nuestro destino.
- El momento ha llegado, tiren las maletas por las ventanas.
- Y procuren herir a alguien.
- Tiene los pezones del tamaño de dos cabezas de bebé...

Hay un coro de dioses con gafas de montura clásica esperándole, Señor. Hay un montón de títulos, hay burdeles en Paprika donde mujeres maldicen su nombre. Sus inacabados rostros le vigilan. Víctimas de su delirio, de cómo un sueño borra a otro.
- ¿Me daríais otra oportunidad, antes de que el autobús se estrelle?
- Eso no tiene ni que preguntarlo.
Y de un volantazo, Henry alejó el peligro.
- Feliz quinto aniversario.
- Gracias, Munroé. Era todo lo que necesitaba oír hoy.

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