Thursday, July 22, 2010

Requisito de persistencia

- Debo protegerme.
Ella no pareció ofenderse. Él continuó como si hablara para sí mismo:
- Supongo que siempre fue así, claro que yo no fui consciente hasta que mis padres empezaron a preocuparse. Los psiquiatras resumieron mi caso con un par de palabras, pero lo mío es más complejo.
- ¿Por qué me cuentas todo esto? - Preguntó ella - ¿No prefieres venir conmigo y divertirte un rato?
- Te cuento todo esto porque ése es el problema. Mis alucinaciones empiezan a ser peligrosas, quiero decir, tuvo gracia lo del dragón sobre el palo de la escoba, o aquella mañana que volvía de trabajar y encima de mi casa, como si la vigilara, una enorme bola de billar negra, observándome con su gigantesco ocho.
- ¿Debería parecer asustada?
- El otro día por poco provoco un accidente grave. Por mitad de la carretera, a toda velocidad pasó corriendo con sus patas amarillas un buzón de correos.
- Eso tiene gracia.
- Díselo a los que iban detrás. Creí que era un niño al principio y pegué un frenazo.
- ¿Y luego?
- Se fue. Siempre se van. Pero cada vez son más elaboradas, más raras y más peligrosas.
- Creo que quiero otra copa ¿Quién sabe lo que pasará esta noche? Dos desconocidos, y mi habitación.
- Yo sí sé lo que pasará esta noche: Nada.
- ¿Te vas a poner duro conmigo?
- Me gustaría no tener que hacerlo. Hace algunos años me di a mí mismo normas. Llegaba un punto en que era difícil distinguir lo real de lo imaginario: Por ejemplo, antes o después las fantasmagorías se desvanecen. Sólo lo que persiste es real.
- Tengo fiebre, Doctor.
- Los fantasmas tampoco son verosímiles. Su naturaleza está mezclada con la del sueño.
- Siente mi calor.
- Y por eso sé que no estás aquí realmente.
- ¿No soy real?
- Toma. Ten este espejo.
- ¿Qué quieres que haga con él?
- Mírate.
- Soy una bella mujer, que está teniendo grandes dificultades para llevarte a la cama.
- Mira mejor y dime: ¿Cómo puedes hablarme si no tienes boca?

A su alrededor, el polvo y los jergones arrugados, madera astillada y moho. Buscaba refugio en lugares como éste, sin luz ni objetos ambiguos.
Guardó el espejo que flotaba en el aire en el bolsillo interior de su chaqueta. Una risilla se fue agotando entre el sonido febril de la madrugada.
- Cada día cuesta un poco más.
Se tumbó pensando en lo perdido, y la locura lo abrazó hasta el sueño.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home