Tuesday, July 13, 2010

Contra el tipo cuya cara termina en su nuca

Protestón, inesperado, mocho, se sentó a pontificar en nuestra mesa, conmoviéndonos con la fuerza de sus opiniones, inmunes a la divergencia. Nos criticaba sin gracia y a mí me imaginaba jugando al Carmaggeddon por la Autovía, lo que no era muy disparatado por otra parte. El calvo de mierda me cayó mal desde que quiso arrastrarnos a una discoteca que todos conocíamos y evitábamos por unánime consenso.
Allí siguió un rato más, explicándonos lo errado que llevábamos el rumbo y cómo nosotros, los jóvenes treintañeros, debíamos abandonar nuestro rol, nuestro alcohol, nuestra ropa oscura y nuestro humor interno para ponernos unos vaqueros y una camisa de Ralph Lauren o alguno de éstos e ir a satisfacer instintos animales mezclando el sudor con el de alguna chai a la que habríamos engatusado a base de darle la razón en todo.
Cuando por fin se fue y terminaron sus diatribas, tan hipócrita como he sido siempre, me dispuse a diseccionar a la rana: Cuarenta años, un divorcio, dos niños, tripitidor de primero de BUP (Aunque hay veces en que eso no quiere decir nada) y nos acusa de inmovilismo por buscar algo distinto a lo que él tampoco encuentra. No cuesta imaginarse a sus víctimas buscando paraguas contra las babas del lampiño perdedor, mientras éste habla, y habla, y habla intentando que sus palabras no tengan sustancia, por si hace falta virar el rumbo hacia poniente.
Pues nada, cocoliso, antes de que te retire la amargura o el fracaso, aquí tienes tu homenaje: una foto hecha con electrones, el retrato de un cura sin sotana. Váyase usted en paz y déjenos equivocarnos al resto que, aunque nunca pueda llegar a entenderlo, sumar al contador de bragas no merece una palabra en falso. Nosotros mismos.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home