Saturday, May 19, 2012

Pero qué pringados éramos

Recuerdo habernos ido a comprar sidra a un ultramarinos y acabar usando la presión del chorro para atacarnos entre nosotros, antes de que un cacahuete tostado escapara del paquete y alguien lo aplastara con el pie mientras la que nos revisaba los billetes apartaba un poco la cara para que no le llegara el intenso olor de nuestros alientos de borracho. Eran los días en que la pose se nos estaba empezando a ir a la mierda y el cinismo se consagraba como la moda definitiva, la que no iba a ceder ante la edad ni la melancolía: Ser un capullo que se reía de sí mismo, haciéndose inmune a las burlas de los otros.
Los libros se acumulaban mudamente en las estanterías y volábamos entre el proyecto y la histeria, sucedió antes de que empezáramos a apreciar las matemáticas, por entonces nos conformábamos con hacer literatura.
La lástima de no tener edad ya para el 15-M, por más que esté poblado de treintañeros en ruina, es no haber podido burlarnos del tema desde dentro. Me sé de dos que se habrían incorporado al movimiento con la sana intención de catar muslo de jipiosa pues estábamos todos de acuerdo en que la greña que chorrea grasa queda muy mona en las cabezas de las niñas. Las ideologías nos gustaba fingirlas y luego mudarlas. Digo que esto fue antes de que uno empezara a organizar barbacoas y a preguntar por dónde andaba éste o aquél porque entonces todos estábamos localizables, la falta de Facebook obliga al roce y al conflicto.
Hace poco me vinieron a decir que lo mío era quejarme y echar de menos, aunque cada vez se me veía más feliz. Claro que sí, lo que falta no es la comodidad, ni siquiera la fiesta: Es la puñetera intensidad, a la que ahora hay que llamar para que venga. Son tiempos, son caminos. Nadie busca ya tener los sesenta años de Joaquín Sabina, pero eso no nos quita el derecho a sentirnos unos traidores.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home