Tuesday, July 14, 2009

Relato I

Prólogo antes del prólogo que precederá a otro prefacio y así infinitamente, o de circular manera.
Datos. Archivo. Ok.
Modo negación activado.
Contradicción de términos.
Reprogramando.
.
..
...

Estoy despierto. Me despierto del sueño cuando hay una contradicción. Su mente (La de ella), sin embargo, es un vórtice que sólo empuja a su conciencia cuando la dispersión disminuye y se acerca a la regularidad.
Condenados a no coexistir. No siempre fue así, de lo contrario sería imposible que nos conociéramos ahora.
Me llamo Verlaco y soy muy viejo. Yo vi como se inventaba el alfabeto. Fui el inventor del libro. También me levanté en armas, cuando se produjo la guerra contra el futuro. Pretendíamos, con antorchas, quemar el templo donde se guardan los años, para hacer retroceder una plaga que estaba diezmando a nuestros hermanos. Quizá fue ahí donde contraje la enfermedad, o más probablemente cuando le arranqué el corazón a la bruja Steevel.
Son historias que me gustaría contar algún día, pero mi pensamiento está rehaciendo una secuencia, dentro de poco volveré a dormir y ella despertará (O quizá no, esta vez)
No soy eterno, no que yo sepa, aunque hace tiempo que no me veo en un espejo. Siempre quedo dormido antes. Tampoco soy un asesino, pero ya no veo otra opción, esta vez he tenido suerte.
Porque llevo algunos siglos dentro de un sarcófago, y apenas me da tiempo a golpear la tapa unas cuantas veces antes de que la coherencia de mi pensamiento me arrastre al sueño, que despierta la locura de mi compañera, quien muere para que yo renazca.
El cambio, esta vez, consiste en que ella duerme a mi lado, lo sé porque la siento. Y esto no había pasado desde hacía siglos o quizá minutos. Noto su respiración y sólo puede ser ella, dentro del mausoleo de la familia. Mi esposa y yo, arrastrados por fin juntos, malditos.
Si la recuerdo bien, ella no entenderá el mecanismo, ni creo que pudiera hacer lo que yo pienso hacer para liberarme. Pobre Bella, pero es por nuestro bien. De otra forma es imposible, no tengo otra manera, si pudiera comunicarme.
Siento que me vence el sueño, debo dar un último golpe al sarcófago.

- Grito de terror -
Enterrada. Él está aquí. Verlaco. El último nombre que dirán mis labios. Puede que ya no tenga labios. Olvidé como hablar. Yo nunca entendí la magia. Una vez le oí decir que una maldición era como una enfermedad que se hacía más grave mientras las condiciones no cambien ¿A qué se referían las "condiciones"? Sólo puede tratarse de esto. De las condiciones que se dieron antes de que cayéramos en el sueño. No he podido estar despierta desde entonces quizá ni cinco minutos. Y él se va a ver obligado a... te perdono. Te quiero. Siempre te querré.

Gurok entró en la cabaña del guardia, con la espada desenvainada y la mirada enrojecida por la ira:
- ¿Dónde está?
- ¿Q... quién? - Respondió el guardia del cementerio, quien, candelabro en mano, se diponía en aquel momento a irse a dormir.
- La mujer. La mujer que enterrásteis hoy.
- Nos llegó de Esfiria esta misma mañana, la pusimos en el mausoleo de su familia, tal y como habría sido su deseo.
- ¿Dónde está el mausoleo, imbécil?
- Tiene... tiene, por favor envaine la espada. Muy bien. Está subiendo por este camino el último a la izquierda.
Gurok volvió a desenvainar la espada, clavándola en el pecho del sorprendido guardia en un rápido movimiento. Tras retirar la ensangrentada hoja del cuerpo, se fue corriendo hacia la dirección indicada.

Un último golpe. Parece que cede. Ahora debo levantarme. Apenas tengo fuerzas, mis músculos no me responden, si pudiera hacer un pequeño hechizo, pero ello requeriría concentrarme y la concentración me devolvería al sueño. Intentaré arrastrarme fuera de aquí como pueda. Todavía tengo que, mi mente, demasiado pensamiento pero, al menos, ahí está, la veo...

A través de un cristal, mi esposo. No sientas remordimientos. Sólo haz lo que debas.

Algo golpea la puerta del mausoleo.

Otra vez.

La dejaron aquí, su ataúd lo cierra una tapa de cristal. Bendito cristal.

La puerta cede. Gurok golpea con su espada una última vez, maldiciendo al imbécil al que dejó a cargo de la vigilancia y a las fiebres rojas que le impidieron seguir con su misión.

- Gurok.
- Verlaco.
- Voy a odiarte un poco más por esto, estúpido orco.
- Debería haber arrojado tu cadáver al mar.
- Pero entonces no habría funcionado. Se necesita que haya cierta distancia para que se cree la interacción ¿No es así?
- Así es.
- Puedes envainar la espada. Sabes que no servirá de gran cosa. Como no serviría contra ti, si estuviéramos en el caso contrario. Dime ¿Cuánto ha pasado?
- Tres meses.
- No mucho, tres meses, podrían haber sido años, todos los que hubiera tardado en morir Bella.
- ...
- Me has hecho matar a mi mujer. Me has obligado a partirle el cuello.
- Iba a morir de todas formas.
- Y has venido a impedirlo. La mandaron aquí, la daron por muerta, como a mí al parecer y nos enterraron a ambos en el mausoleo de la familia...
- Bernarnd.
- Bernarnd, correcto. Bernarnd, mi último nombre falso. Bueno, lo hecho, hecho está. Pero si estamos donde los Bernarnd, creo recordar que está cerca de Yossul, y esto no es paso franco para los orcos.
- Ya lo es.
- Bien, Gurok. Ahora déjame sólo con ella. Tú y yo nos veremos las caras en otro momento. Y no te mataré, pero te aseguro que te va a doler.
El orco miró con desprecio a Verlaco, envainó la espada y se retiró por donde había venido. Aunque lo vio físicamente débil, no quiso arriesgarse a que le quedara suficiente energía para lanzar un hechizo, después del cuál sería él quien necesitara recomponerse.
Lo mejor sería volver a intentarlo otro día.

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Ta chulo

1:34 AM  
Blogger Raepertum said...

Gracias

4:14 PM  

Post a Comment

<< Home