Tuesday, December 09, 2008

Amor, amor

Si hubiera podido permitírselo, la hubiera querido como a una hermana, con la firmeza de un vínculo inevitable, con la facilidad de lo que es aprendido. Pero estando ciego, como estaba, tampoco pudo sentir por ella de un modo distinto al que lo hizo. Sumando una gota de odio todas las mañanas al vaso, viéndola marchitarse y proyectar en su espalda un mapa de cicatrices.
Como ella tampoco sabía distinguir, el odio y su amor, y su parte más animal y necesaria se confundían. Él pudo mostrarle otra manera, cogiéndola de la mano podría haber sido, sencillamente, un ser humano que está ahí para otro, sólo porque siente que lo necesita.
Los dos enloquecían juntos. Él necesitaba hacer daño, y ella quería que se lo hicieran, porque estaba equivocada y no tenía donde comparar, quizá tampoco supiera verlo.
Al fin, hay otro hombre que los mira. Y los envidia, porque saben torturarse al menos. A él se le han gastado los piropos, los besos y las flores. Sólo le queda esperar a la muerte, no tiene más porque no supo dosificar lo poco de lo que disponía.
Y quizá haya una cuarta persona, pero es secundaria o no importa.
Si a la mujer le pusiéramos un nombre ¿Cuál sería? No es Eva, no es Salomé, no es alegoría, tiene algo de Cassandra. Todos los días se acuesta con el lobo, queremos llamarla oveja.
¿Y no es Dios quien mira? Frente a su balcón el lobo muerde, y Dios envidia su mordisco, porque el amor se agota si no hay odio. Y el amor puro termina en un derroche innecesario.

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