Friday, August 19, 2005

Después del Cartojal, la paranoia

Nunca he tenido demasiados problemas a la hora de hacer el ridículo. Es algo que me parece sano. Ayer estampé mi firma sobre la pena de muerte de otro servidor de Dios y las estrellas, no sé escribir a máquina con ellas. El caso es que en los burdeles de moda, dónde se desnuda la verdad para luego cubrirse de anonimato, buscan las gordas que las flagelen con humo los caballeros dudosos. Los que nunca admitirían que una conversación con otra mujer, con menos pene, y más idea, y más inseguridad, les llena. Estoy más dispuesto que ayer a fundar un club de adictas al glamour y otras absurdidades. Así de benévolo soy con vuestro género esquivo, queridas amantes de otro.
Veo "octor en Alaska", que es como "Doctor en Alaska" antes del INSERT inoportuno, etílico, y descubro, entre los personajes a una india enamorada de las palabras, capaz de acostarse con cualquiera que pueda plagiar un soneto de Bécquer, le doy el beneficio de la duda, porque no creo que Garcilaso le gustase. Es la sorpresa a través de la enumeración lo que buscaba ése precursor estúpido y creyente. La Taxonomía no crece en el espíritu, sino a costa de él.
Sin más recurso literario, me despido. He de dormir la mona, que no dormir a la mona llamada Fernando. Ese amigo del que hablaré tan bien cuando se muera,
Ciao.

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