Sunday, April 06, 2008

Los apegos

Para algunos sigue siendo la clave hacia la iluminación. Para mí es la única solución a mi concomitante tristeza. Sin ganas de parecerme a cierto individuo que no sale de su cuarto más que para contarnos lo hundido que se halla, a mí tantas preguntas como tengo me matan. Y el darme cuenta de que nunca seré Alejandro Magno, ni Dalí, ni el Dr. Mengele no ayuda en absoluto. La etapa de las poses fue bálsamo suficiente en el pasado, pero es hora de pasar de lo efímero y buscar una solución permanente. Rechazo a Buda, pero me quedo con algo muy parecido: Epicuro.
Con Epicuro puedes ser libre y tener paz, pero también tener amigos. No es la muerte del deseo, es el goce del mundo tal y como es. Es paralelo al cinismo que he practicado con todos mis rostros. Es, sobre todo, satisfactorio, por ahora.
Y, desde lo abstracto que supone esta receta, que resultará inaplicable en más de un momento, paso a lo particular. Uno no tiene más que lo que no amarra venía a decir Drexler en una canción (Estropeada, como todas las suyas, por esa música tan obscenamente moderna y su voz de castrati) uno no es más de lo que siempre puede llevar consigo (Esto creo que proviene del budismo) nuestra muerte empieza desde el nacimiento (Es la verdad con que la ciencia nos ataca). Reducir apegos, incluso el apego a uno mismo. No querer más a quien quiero, ni perder más tiempo con quien me odia. No querer comprarme una mesa nueva, tampoco aceptar ni dar consejos. No preocuparme por nada ni por nadie. Éste sería el giro que debería dar, si quiero llegar a una naturaleza más limpia, más moralmente adecuada. Yo lo llamo egoísmo espiritual, aunque es negación del ego, y te deja en ese punto en que no puedes afirmar ni el espíritu. Es mejor decir que se trata de un nihilismo gozoso, servida para purgar la dialéctica interna.
Resultará imposible desde mañana, cuando alguien venga a preguntar por una hipoteca, o empiece un libro interesante, o un grito de algún jefe me haga hervir la bilis. Hablar de todo esto siempre me pareció una vulgaridad, pero quizá no resulte tan obvio para todos aquellos que no viven dentro de mi cabeza.
Considero realidad el tacto de mi mano, como también los papeles de mi mesa, o los factores socioculturales que me impiden bailar desnudo en un entierro. Y toda esa verdad me resulta gratuita y horrible. Siempre envidié al científico, al formalista, que reduce a números y fórmulas al mundo, desproveyéndolo de contenido. Pero no se me dio nunca bien la abstracción, sí el crear mundos paralelos, donde las relaciones eran perfectas e idealistas, pues mi pobre inteligencia no sabe dar más que personajes planos.
Miles de veces, delante del papel, y con artimañas, esquemas, o insuflando con mis vicios a mis criaturas, traté de darles el alma que no tenían. Pero resulta imposible, no sé crear, sólo deformar. Por eso pienso que estoy loco. Todas las demás impresiones que causo en la gente pueden ser relativizadas, de acuerdo con una apariencia de voluntad. Mis personajes, pobres, aunque perdidos en un laberinto de estupideces, me definen mejor de lo que yo quisiera.
Quizá sea porque les falta una dimensión emocional, que yo nunca tuve muy desarrollada y hoy se va atrofiando aún más. Ni sentir dolor, ni querer, ni idealizar. Ellos sólo saben matarse los unos a los otros, y soltar chistes sobre lo confusas que resultan sus escenas (Las mías)
Ayer vi un documental sobre los abusos de menores por curas católicos y ni indignarme pude.
¿Soy un rebelde? ¿Un idiota? ¿Soy un animal que toma decisiones según parámetros erróneos? ¿Me falla la percepción? ¿Qué soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Tengo alguna función? ¿Habrá un final feliz, o trágico, para mí? ¿Me conformaré con ser lo que esperan? ¿Hay algo en mí, más allá de lo aparente, que me haga distinto?
No tiene sentido hablar del alma, si todos tenemos una. Oí que el alma había que ganársela, pero las recetas no te las dan, y los que pretenden tener la solución a este problema no me inspiran confianza.
Este es un Universo inconcebible. Ni para el mejor de los físicos de la época. No se tienen más que hipótesis. ¿Por qué estamos aquí perdidos en un Universo incomprensible? ¿Por qué existe la armonía y el ritmo? Ninguna opinión, ninguna respuesta me parecerá completa. La nada parece un refugio seguro, que se puede llenar de vanidad en cualquier momento. La vanidad restituye la creatividad, la culpa y vuelve loco.
Quien lo probó, lo sabe.

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