Wednesday, September 04, 2013

Dolor profundo, espantoso, sempiterno

Me hallo aquí (Agonía, agonía) sufriendo lo que ningún ser humano ha sufrido nunca antes. Con tanto dolor que si me pegaran un cañonazo en el vientre apenas lo sentiría. ¡Oh, musas, así de jodido estoy! Tanta amarga tristeza hace que la noche sea más negra, el café más oscuro y las ensaladas que compro en Carrefour caduquen mucho antes.¿Qué puedo hacer con tanta desdicha? Alguien me ha sugerido que podría fabricar con ella algún tipo de presa con la que contener las alegrías de los demás. Vamos, que puedo dedicarme a desgraciar la existencia de los que tengo alrededor. Por supuesto es un consuelo, además de una diversión sana, aunque según con quien se haga puede comportar un cierto riesgo para la integridad física.
Así que ¿Qué hago? Me subo a mi miseria como si fuera un pedestal. Me asomo y señalo al horizonte, desde el que la realidad se despliega y empiezo a maldecir a vivos y a muertos. Ellos levantan la cabeza y... básicamente pasan de mí.
Pero mis palabras llegan a los oídos del "Dios de las cosas que no están demasiado bien pero al final las acabas aceptando". No es el Dios de la resignación, que tiene otras competencias, éste está más bien entre el "Señor de las Chapuzas" y el "Espíritu de lo que aceptamos porque quejarse tampoco va a arreglar nada". ¡Sí! ¡Él me escucha! Y me saluda quitándose el sombrero sobre el que han caído miles de lágrimas. Luego me acompaña a recepción, donde saco un ticket esperando a que venga un funcionario celestial del conformismo.
Total, que entro en el pequeño despacho (Mal iluminado, tiene que hacer juego con mi torbellino interior) y empieza a mostrarme fotos de niños desnutridos, mujeres maltratadas, guerras, pestes y otras desdichas mundanas. Y, agarrándolo por las solapas, le pregunto en un grito:
- ¿Puede ser que mi sufrimiento esté creando todo esto? ¿Seré yo el foco de todo lo que hay de malo en el mundo?
- Bueno... eso... no, no creo.
Y entonces, en su titubeo, adivino una necesidad de consolarme. De estar ahí para mí como yo siempre he estado para todo el mundo. ¿Cómo puedo no ser feliz cuando hay tantísimos millones de personas que dependen de mí?
- Usted... emm... no es tan tan tan... importante. - Me dice el hombrecillo.
- Oh, me llena de dicha que digas eso. Sólo porque sabes que mi deber, como motor emocional del Universo, es transmitir paz y alegría. Déjame que te dé dos besos - Sorprendentemente, pareció resistirse - ¡Me alzaré por la gloria del Cosmos! - Y, apartando sus libros llenos de fotos de gente insignificante de un manotazo, salí a luchar por todos ellos ¡Por la felicidad!

2 Comments:

Blogger Raymunde said...

Te recomiendo "El hombre que hablabla de Octavia de Cádiz", para mojar tu pena en el café de un compañero.

1:38 AM  
Blogger la voz y la palabra said...

¡Qué punto de vista tan interesante! Proyectarse sobre el universo...
En el fondo es gracioso. Te has proyectado bien.

Me alegro de que escribas en estos cortos intervalos de tiempo. Sea cual sea el motivo.

5:27 PM  

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